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Eliza puso los ojos en blanco con fastidio. Su plan inicial había sido esconderse hasta que la mujer se fuera, pero ahora tenía que hacerle saber de su presencia. Se mordió el labio. Cuando Graciana empujó el tercer cubículo, Eliza se levantó y salió con sus cosas.
—Estoy aquí.
—Eliza, ¿por qué no me respondiste? —Graciana se acercó y le tomó la mano con preocupación—. Pensé que algo te había pasado.
Mientras hablaba, comenzó a jalar a Eliza para salir del baño, pero la mujer les bloqueó la salida agarrándole del brazo.
—¿Estuviste adentro todo el tiempo? —le preguntó a Eliza sin miramientos.
Eliza frunció el ceño y asintió con la cabeza. La mujer hizo una grotesca mueca con la cara, parecía que la odiaba.
—¿Escuchaste todo, entonces? —dijo mientras relajaba su cara y le sonreía.
—Si te digo que no, ¿me creerías?
La sonrisa se le cayó, obviamente nunca le creería. Eliza sacó la mano de Gracia de su brazo y le pidió que saliera primera. Su amiga comenzó a protestar porque, podía parecer tonta, pero hasta ella entendía la grave situación en la que se habían metido.
—Eliza, yo no puedo dejarte…
—Ve. —le susurró—. Yo me encargo de esto, lo prometo.
Graciana frunció el ceño y se quedó mirando a la mujer. Asintió con la cabeza y procedió a retirarse con rapidez.
—¡No creas que se escaparan tan fácilmente! —gritó, entrecerrando los ojos, volteó a ver a Eliza— ¡Me ocuparé de ti primero y luego, iré tras ella!
Se suponía que esta operación era completamente confidencial y ahora, dos mujeres sabían los detalles de ella. No le importaba quienes fueran, tenía que deshacerse de ellas. La mujer sacó un cuchillo que tenía guardado en su espalda.
—No me demoraré ni dos minutos contigo y luego saldré a buscas a tu amiguita —dijo con sarcasmo.
La mujer la estaba subestimando, no creía que Eliza con su pequeño cuerpo fuera una amenaza. Eliza se irguió y le devolvió la sonrisa.
—Quizás te sorprendas de lo que puedo hacer —dijo con frialdad y arremetió contra ella. Como la mujer no había pensado que Eliza podría reaccionar, no se protegió a tiempo y recibió dos puñetazos en el estómago. Mientras las dos mujeres peleaban adentro del baño, Graciana estaba a punto de llamar a la policía cuando un Maserati negro apareció frente a ella. Beau salió disparado de él.
—¿Dónde está?
En el momento en que lo vio, Gracia casi se cae al suelo del alivio. Señaló el baño, temblando.
—¡Eliza está adentro! ¡Una mujer nos amenazó de la nada!
Beau frunció el ceño y entró rápidamente. La imagen que encontró no le gustó para nada. Eliza estaba siendo aplastada contra una pared por una mujer vestida de negro. Esta sostenía un cuchillo a la altura del cuello de su esposa. Beau sintió la rabia hervir en sus venas.
—¡Déjala ir!
La mujer de negro se dio la vuelta y sonrió con manía.
—Te he estado buscando por todas partes, ¡este debe ser mi día de suerte! No sabía cómo te iba a sacar del hotel y ahora vienes a entregarte en bandeja de plata.
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