Nada es lo que parece romance Capítulo 3

Valentín forzó la voz y preguntó:

—¿Estás segura de que este es tu deseo? Te daré otra oportunidad.

Ariadna frunció el ceño y lo miró.

—¿Quieres concederme otro? ¿Piensas que eres el genio de la lámpara?

Todos, inclusive Soledad y Cintia, miraron incrédulos a Valentín y a Ariadna.

«¿Qué sucede? ¿Acaso esta pordiosera conoce a Valentín?»

Valentín la miró a los ojos y, cuando estuvo a punto de responderle, Hipólito interrumpió:

—Encantado de verlo, señor Navarro. ¿Por qué no me dijo que vendría?

Todos los invitados se quedaron boquiabiertos cuando Hipólito lo saludó. Cintia cerró los ojos de inmediato ya que no se atrevía a imaginar lo que sucedería a continuación.

«¿Qué demonios sucede?»

Hipólito al fin se percató de que algo andaba mal, comenzó a mirar a su alrededor y, de pronto, frunció el ceño en el instante en que vio a Ariadna, por lo que se volvió hacia Soledad y dijo:

—¿Por qué invitaste a una pordiosera a nuestra fiesta de cumpleaños? ¡Sáquenla de aquí!

Soledad se quedó inmóvil por un instante a pesar de que en lo profundo de su corazón estaba complacida con su reacción.

—Padre, ella es…

—¡Padre! —interrumpió Ariadna—. ¿No me recuerdas? Soy Sol. —Ese era el apodo de Ariadna.

—Sol… —Hipólito alzó las cejas y abrió los ojos, impactado—. ¿Eres Ariadna?

—Sí, padre. Soy Ariadna. —Se acercó a él.

Ella no recordaba nada de lo que había sucedido hacía una década, pero recordaba ese rostro familiar. Al escuchar aquello, Hipólito se quedó estupefacto y el miedo se vio reflejado en su rostro ya que temía que su secreto quedara expuesto. Ariadna sabía lo que pasaba por su mente y continuó con voz tranquila:

—No nos hemos visto en años. Te extrañé tanto.

Hipólito se quedó sin palabras y no tuvo otra alternativa mas que darle una palmada en el hombro.

—Bienvenida de nuevo, cariño, pero… ¿qué te sucedió a ti y al señor Navarro? ¿Por qué se ven tan desarreglados?

Todos los invitados comenzaron a prestarle atención a la ropa de Valentín; estaban tan atraídos por el hombre que no se percataron de lo mojada que estaba su ropa. Soledad los miró perpleja.

«¿Algo sucede entre ellos dos?» Sin embargo, descartó su sospecha de alguna manera. «¿Valentín enamorado de esta campesina? De ninguna manera, a menos que sea ciego».

Al ver lo incómodo que se había vuelto el ambiente, Cintia intervino y dijo:

—Creo que el señor Navarro fue quien trajo a Ariadna a casa.

—¿En serio? —Hipólito parecía estar un poco menos disgustado por Ariadna luego de escucharla.

«Dado que ella aún era joven y no recuerda nada de su infancia, supongo que no sabe lo que sucedió con exactitud. Me imagino los beneficios que podríamos obtener si pudiéramos utilizarla para acercarnos a los Navarro». Hipólito esbozó una sonrisa de inmediato y miró a Valentín.

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