Ni tan Señora (COMPLETO) romance Capítulo 10

Al cerrar la puerta, Zoé suspira recostando la frente sobre la puerta… ¡Maldición! Exclama para sí, ¿Que estaba haciendo? Se preguntó.

—¿Y bien? Arruine el momento, o logro llegar a su cometido y al fin dejas de ser una stripper virgen.

Zoé voltea y mira de mala gana a su amiga que aún seguía con las bolsas en las manos.

—¡No digas babosadas!

—¡Oh! Ya veo… parece que no logro llegar a ninguna base. ¡Que lastima! Dice dejando las bolsas en la mesa. —Demasiado mojigata amiga.

—Maya, ¡Dios! Ese hombre me está acosando, nos siguió hasta aquí. Por eso sabe dónde vivo. ¿Sabes lo que significa?

—Si… que le gustas, y quiere acostarse contigo. Deberías dejarlo, está muy mono seguro que es un amante estupendo en la cama.

—No voy a venderle mi virginidad.

—No se la vas a vender, te harás un favor a ti misma Zoé. Quítate esa castidad auto impuesta. Es absurdo que sigas siendo virgen en este siglo.

La castaña se muerde los labios en señal de duda… su mente era un completo desastre, Jean Dubois llegó a su vida para alborotarlo todo.

—No lo haré… creo que aún hay amores verdaderos allá afuera, me gustaría esperar el mío.

—Como quieras… se encoge de hombros.—ojalá y no tengas que esperar mucho por ese príncipe azul…

Y ella pensaba lo mismo… ya tenía 22 años y aún no había salido con ningún tipo que la hiciera sentir algo especial. Y aunque Jean había sido el primero en tocarla a profundidad sabía que él solo quería follar con ella y nada más…

Además, que empresario multimillonario querría casarse o salir con una stripper…

[...]

Jean Pierre Dubois, subió a su coche bastante cabreado. Si no hubiera sido por la interrupción de la amiga, en esos momentos estuviera comiéndose a esa stripper. De solo recordar el sabor de su cuerpo en su boca se volvía a poner duro.

Tenía que fallársela, Zoé se había vuelto una obsesión para él… sonrió, al menos ya había avanzado algo.

Dubois entraba en su oficina con el pensamiento puesto en Zoé… pero todo aquello se vino abajo en cuanto encontró a su padre sentado en su silla en compañía de Adelaine, pero, ¿Qué carajos hacían esos dos?

—¡Hijo! Al fin llegas. ¿Dónde estabas? El viejo amusga los ojos.

—Ocupado. Se acerca a ellos quitándose el saco. —Adelaine, qué sorpresa. Le dice el joven.

—He venido a verte, pero me he encontrado con tu padre. La rubia le sonríe.

—¿Y a que debo tu presencia?

—¡Jean! Ella puede venir a la empresa cuando quiera. Le regaña su padre.

—Bueno, yo tengo mucho trabajo que hacer. Podrían decirme a qué debo sus visitas.

—Yo me marcho. Dice el viejo poniéndose en pie. —Mi niña, que estés bien. Besa la frente de la rubia.

—¡Gracias señor Dubois!

—Trátala bien. Amenaza el viejo entre dientes.

Antonie abandona la oficina con bastón en mano, mientras que Jean se sienta en su silla. Inmediatamente enfoca a la rubia ante él.

—¿Qué puedo hacer por ti?

—¿Porque no me has llamado? Inquiere ella con una ceja alzada.

—He estado muy ocupado. Se excusa.

—¡No lo dudo! Pero, no creí que fueras de esos hombres que después de acostarse con una mujer una noche la olvidarían al día siguiente.

—Creo que fui bastante claro contigo Adelaine.

—No.

La chica se pone en pie, alisando su vestido de seda.

—Sabes muy bien lo que quiero contigo Jean… hasta tu padre lo sabe.

—No te di esperanza. ¡Yo no quiero casarme!

—¿Porque? Se gira para verlo con expresión serena.

—No creo en el matrimonio, y menos en el amor. Y tú si, ¿Acaso pretendes casarte con un hombre que no quiere amar y ser amado? ¿Eso esperas?

—Todos cambian, con el tiempo Jean… las cosas podrían mejorar.

—¡También podrían empeorar! Adelaine. Éste se pone en pie acercándose a ella. —Yo no soy el tipo de hombre de hogar, no esperes eso de mí. ¡No me casare contigo! Le responde francamente.

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