Jean permanecía sentado en la mesa apretando la mandíbula… sentía las ganas de pararse y arrancarle la cabeza al imbécil ese que se creyó con derechos sobre Zoé. Aunque él tampoco debía hablar mucho, ya que tampoco tenía ningún derecho sobre la castaña.
Otro show había comenzado, y unos minutos más tarde Zoé salía de los vestidores con ese traje que enseñaba casi todo. ¿Porque le molestaba ese hecho? Así la conoció pero ese era el hecho saber que otros la miraban de la misma forma que lo hacia el . La chica salió, y de una empezó a trabajar, como sabía que esa área eran sus mesas camino en dirección a ellos dos.
Eran los únicos alejados de la manada de idiota que parecían adolescentes ante tantas chicas semi desnudas, Jean se sintió aliviado de verla acercarse a ellos. Era como si les cediera exclusividad.
—¡Es muy extraño verlos por aquí! Asumo que no celebran la despedida de ese chico. Le suelta de la nada la castaña sin inmutarse.
—La verdad es que, no conocemos a ese imbécil.
—Seguro. ¿Lo mismo de siempre? Pregunta ya que todas las noches ordenaban la misma bebida.
—Si. Responde serio.
Cuando ella se da la vuelta, Jean la toma de la muñeca, se pone en pie y la lleva a un rincón.
—¿Porque has tocado a ese hombre?
—¡Es mi trabajo! Responde mirándolo serio.
—Nunca tocas a ninguno, ¿Porque a él sí?
—¿Y ti qué te pasa? Ésta se suelta bruscamente.
—¿Te gustó?
—¿Y si fue así que? Te recuerdo que soy strippers.
—¡Creí que eras distinta! Le suelta de pronto.
El corazón de Zoé de la nada da un respingo al escuchar aquellas palabras… ¿Él pensaba eso? ¿Porque? El ceño fruncido de Zoé se hizo más notorio al ver que Jean se daba la vuelta alejándose de ella.
La castaña pestañeo rápido, percatándose que se había quedado sola… el rubio condujo sus pasos hasta la salida y detrás de este le siguió su hermano. ¿Qué había pasado? Se preguntó.
—Pero bueno, ¿Qué coño le has dicho a ese tío? Su amiga Maya se encontraba a su lado.
—No lo sé, pero creo que se ha cabreado.
—¿Porque?
—Yo… no… la chica no sabía que decir, ni ella misma había comprendido que pasó.
Por fortuna para Zoé, esa noche corrió rápido… pero a pesar de haberse deshecho ese horrible traje quitándose la pesadez de su cuerpo, no dejaba de pensar en ese francés acosador. Su partida repentina sí que la desconcertó, por lo general siempre se quedaba hasta cerrar.
Tomo su bolso, y salió del bar en compañía de su amiga.
—¡Qué nochecita! Está helada. Le dice la morena frotándose las manos.
—Si. Necesitamos ropa más abrigadora.
—Necesitamos de todo Zoé… primero mudarnos, ayer note que un maldito ratón mordió mi zapato.
—Lo lamento tanto.
—¡No importa! ¿Qué piensas hacer con ese dinero? No lo has tocado.
—Siento ser tan egoísta contigo, siento que estoy explotándote.
—¿Qué dices? Su amiga la empuja en forma de juego.
Ambas seguían caminando por las desoladas calles de Francia.
—Está bien… no tienes porqué disculparte por todo.
—¡Deberíamos utilizar ese dinero!
—Haz lo que creas correcto en hacer.
—Si.
Las chicas pretendían cruzar un puente cuando de pronto un coche les impide el paso. Ellas se detuvieron abruptamente observando cómo se bajaban algunos chicos, los mismos del club de la despedida de soltero. Incluyendo al novio.
—¡Chicas! Pero si las estuvimos buscando.
—¿Ya no estamos trabajando señores! Les dice Zoé.
—Por dinero extra, estoy seguro que sí.
—Lo siento chicos, pero ya terminó nuestro trabajo.
—Vendrán con nosotros. El joven les dice, pero su tono parecía más a una orden que petición.
Las amigas se miran de reojo, dispuestas a correr en dirección contraria. Pero entonces dos coches se detienen detrás de ellas frenando de golpe, ellas pensaron que ahora sí que estaban en problemas.
Pero para su sorpresa, los que se bajaban eran Jean y Adrien… por su expresión estaban enojados. Caminaron parándose frente a ellas dos.
—¡La fiesta terminó muchachos! Les dice Jean Pierre.
—¿Quién diablos son ustedes? El novio fue quien habló dando un paso hacia ellos.
—Son los tíos que se colgaron en la fiesta. Le susurra un amigo de éste.
—Los intrusos.
—Sera mejor que se vayan. Les ordena Adrien.
Los hermanos se cruzan de brazos e imponen su autoridad ante los tíos. Estos al notar que no pensaban ceder, y que estaban dispuestos a irse por el lado violento retrocedieron. Subieron al coche y se marcharon.
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