—¡Jean! Me alegra que hayas venido esta noche a casa.
—Puedo imaginarlo padre. Responde un poco aburrido.
—Pues estás de suerte muchacho, está noche tenemos invitados especiales.
—¡Padre!
—¡A callar! Responde serio.
Jean aprieta la mandíbula en señal de enojo, Antonie Dubois, era el hombre más desesperadamente, controlador y manipulador de toda Francia. Por esa razón detestaba ir a su casa a cenar.
Padre e hijo entraron en la sala del comedor, donde Adrien se puso en pie para recibirlo con un apretón de manos.
—Pense que no vendrías.
—Creeme, ya me estoy arrepintiendo. Responde viendo la rubia sentada en la mesa quien no le quitaba la mirada de encima. —¿Qué hace ella aquí?
— Papá la invitó a cenar, y como sabes que ella está colada por ti no dudo en aceptar.
—¿Porque carajos no lo impediste?
—Nadie le dice que no Antonie, hermano. Ya debes saberlo.
Los hermanos se dieron la vuelta para acercarse a la mesa. El padre de estos solo sonreía a la rubia a su lado, pero desde luego las intenciones del viejo eran otras para con la chica.
—¡Oh, Jean! Qué alegría verte. Le dice la rubia al notar que este se aproximaba.
—Adelaine… ¡Qué sorpresa!
—Tu padre a sido muy amable en invitarme, espero que no te moleste.
—¡Claro que no! Responde Antonie observando a su hijo de mala gana. — Mi hijo siempre te recibirá con los brazos abiertos, ¿No es así Jean?
—¡Claro! Responde serio.
Todos se sentaron en la mesa, Antonie no paraba de hablar con Adrien de los restaurantes. Mientras que Jean buscaba las maneras de salir de esa casa en plena cena.
No es que le molestase la presencia de la rubia, Adelaine era una mujer hermosa. Incluso, ya estaba pensando en llevarsela a la cama. Estaba seguro que ella no se opondría, lo único complicado de eso sería que ella se haría una idea equivocada.
Jean no quería una relación amorosa, ni mucho menos un matrimonio. Y tanto su padre como la rubia ante él, ansiaban echarle la soga al cuello. Y eso distaba mucho de pasar. Aún no había nacido un mujer a quien deseara ponerle un anillo en el dedo.
—Cuentame Jean, ¿Qué tienes planeado para esta noche? Es viernes, ¿Qué sueles hacer?
—Suelo salir con Adrien, a bares.
—No estaría mal que los acompañase un rato.
—No es lugar para una dama como tú Adelaine.
—¿Y que lugar es para mí, según tu Jean?
La rubia le pregunto con una sonrisa oculta, mientras hacia círculos con el dedo al borde de una copa llena de vino tinto.
—¡No lo sé! ¿Porque no me lo dices tú? Éste responde con voz seductora.
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