Por la noche, la castaña junto con su amiga buscaba algo adecuado para la presentación de esa noche. Zoé había quedado helada cuando Jean llego a casa avisándole que se cambiara de ropa porque iría a conocer a su padre.
Por más que la chica le insistió en que cancelara porque no se sentía preparada, le aseguro que solo sería un rato que no tenía que fingir por tantas horas. Al final, la discusión con Jean la había perdido.
Y allí estaba, desesperadamente buscando un atuendo adecuado para causar una buena impresión.
-Maldita sea Zoé, ponte cualquier cosa. Todo lo que se ha comprado es ideal.
-¡No! No iré con algo con lo que no me sienta cómoda.
-¿Cómoda? Le grito del otro lado de la puerta. –Gaste una maldita fortuna con toda esa ropa, y nada te parece cómodo.
Entonces ella abre la puerta a lo brusco, encontrándose con la mirada fiera de Jean Pierre.
-Si tanto te molesto todo lo que gastaste en esa ropa, pues devuélvela. O mejor aún, búscate a una maldita mujer adinerada a la que no tengas que comprarle un maldito zarcillo. Le grita furiosa.
-No me hagas perder la paciencia Zoé. ¡No estoy para tus juegos!
-Ni yo, Jean Pierre Dubois.
-Solo ponte algo y ya.
Este se da la vuelta regresando a la sala de estar para esperarla… ella siempre tenía algo que decirle, nunca se le quedaba callada. Solo esperaba que eso no fuera un problema a la larga.
Después de unos minutos, la pareja salía del apartamento. La casa de Antonie no estaba tan lejos así que llegarían muy rápido y terminarían con eso pensó Jean.
El francés aparco el coche ante la imponente mansión de su padre, para luego echarle un ojo a Zoé… estaba tan nerviosa. Se le podía notar en como apretaba sus manos.
Este tomo una de ellas apretándosela suavemente… necesitaba que se tranquilizara o su padre descubriría todo el teatro.
-Debes estar tranquila, no estés nerviosa. Yo voy a estar contigo en todo momento.
-Por lo que dices de tu padre, parece que es muy malo.
-Un poco. Pero estarás bien, lo harás bien.
-Estoy llegando a pensar que esto no es buena idea Jean.
-Necesito que estés en esto conmigo Zoé.
Ella giro el rostro para verlo… parecía que no quería casarse con esa mujer que su padre le estaba imponiendo, y tampoco perder todo lo que tenía por un mandato del viejo. Bueno, tampoco era tan malo al menos llevaba una ropa muy bonita. Y no semi desnuda enseñándole el culo a miles de hombres.
Eso era mejor que nada…
-Está bien, entremos.
-Esa es mi chica.
Esas palabras retumbaron el corazón de Zoé, es que acaso no se daba cuenta de las cosas que a veces le decía.
Al bajarse del coche, Jean toma su mano y el contacto fue electrizante al menos para ella si lo fue. Y ni siquiera quiso mirarlo a la cara. ¡Santo cielos! Que era lo que le estaba pasando.
En el interior de la casa los recibió una muchacha joven, y más atrás de ella venia un hombre de una estatura un poco pobre. Llevaba un bastón en la mano, usaba bigote blanco y esos potentes ojos azules. Eran iguales a los de Jean.
-Pero si ya han llegado. Les dice con una sonrisa.
-Padre, ella es Zoé Bonnes.
-Mucho gusto señor Dubois. La castaña le tiende la mano, a cambio recibió un beso en la misma.
-¡Encantado señorita! Eres muy hermosa Zoé.
-Muchas gracias señor.
-Vamos a tomar un té. Les dice el hombre mayor.
Zoé temblaba como gelatina, y al parecer Jean se había dado cuenta porque envolvió su cintura con su brazo. Se lo permitió porque estaban fuera de la casa, y ese era el trato. Siguieron al viejo hasta una sala donde ya los esperaba la joven sirviendo los te.
-Cuéntame Zoé, ¿de dónde eres? ¿A qué te dedicas?
-¡Padre! No empieces.
-¡Calla! ¿A que le temes?
-Soy te Texas señor Dubois… Jean la mira, guardando una sonrisa.
A decir verdad él tampoco sabía nada de ella, y saber que era de estados unidos era grato. Porque poco a poco iría conociendo el pasado de su futura esposa.
-¿Qué es lo que haces?
-Yo… bueno voy a estudiar, quiero ser abogada.
-¡Que interesante! ¿Y tus padres? También deseo conocerlos.
-Mi padre murió. Jean voltea a verla, tampoco conocía ese dato. –Y mi madre, bueno a ella no la veo tanto como deseo.
-¿Por qué? Pregunta el viejo, Jean no intercedió ya que él también quería saber.
-Vivimos muy lejos.
-Ya veo. ¿Amas a mi hijo?
-¡Padre! Exclama su hijo molesto.
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