A Víctor no le importaba para nada la voz quejosa de Lidia, e incluso la admiraba.
Esta mujer era increíblemente atrevida a escupir en él.
Lidia lo maldecía en el corazón, pero desafortunadamente, no pudo decir nada.
Pensaba, "¿Qué demonios quiere hacer este bastardo?"
Víctor la llevó a lo profundo del cementerio donde se conservaban las urnas cinerarias y la dejó caer en el suelo.
La frialdad hizo que Lidia temblara involuntariamente.
De repente levantó la cabeza y al ver las urnas colocadas allí, se asustó hasta tal punto que se puso pálida.
Protestaba gimiendo en vano.
Ella sacudía la cabeza suplicándole misericordia a Víctor.
Sin embargo, éste dijo riendo -¿De verdad crees que puedes salir impune de irritarme? Escúchame bien, si no hubiera sido por el hecho de que eres la mejor amiga de Rosaría, te habría pegado sin clemencia -
-¡Qué bastardo eres! -
Lidia lo ojeaba con furia, pero solo pudo reñirlo en el corazón.
Víctor parecía saber que lo estaba regañando, pero eso no le importaba en absoluto. Incluso le dijo en un tono burlador -Casi me olvidé de decirte que el personal de servicio ya ha pedido permiso hoy, así que aquí no habrá nadie más hasta mañana por la mañana. Mira lo amable que soy contigo. No te maltrato ni regaño e incluso he empleado a tantas personas con quienes puedes pasarlo bien esta noche. Enviaré a alguien a recogerte mañana por la mañana. Disfrútalo -
Después de decir eso, se levantó para marcharse.
Lidia perdió completamente la calma.
Pensaba, "¿Qué significa eso?
¿Este bastardo quiere dejarme aquí sola?
¿En serio?"
Ella luchaba por levantarse. Sin embargo, para su desgracia, estaba atada firmemente. No podía hablar, y casi iba a llorar a causa del asusto. Desafortunadamente, él era un bruto, un monstruo.
Víctor no defendería a las mujeres por bellas que fueran si no le gustaban. Además, ella le había dejado la impresión de ser una sargentona auténtica.
-¿Pero una sargentona tendría miedo del cementerio? -
-¡En absoluto! -
Se preguntó Víctor, y se marchó con su propia respuesta.
Ella casi estaba muerta de enfado. Si hubiera podido saber la posibilidad de tal consecuencia, habría salido de casa con un amuleto.
El viento rugía ferozmente, y ella comenzó a asustarse.
Tenía ganas de llorar.
Pensaba, "¿Alguien me puede salvar?"
Sin embargo, nadie sabía de su situación, y el culpable, Eduardo, ya había entrado en la sala y se puso extremadamente feliz al ver a Laura allí.
-¡Eduardo! -
Laura gritó felizmente viéndolo entrar, pero Eduardo la previno con un gesto.
-No hables -
Puso un dedo en sus labios haciendo una seña a Laura para que se callara. Solo entonces fue cautelosamente a la habitación interior en la que Rosaría todavía estaba descansando, cuya cara hinchada y roja le dolía el corazón a él.
¿Esto cómo podría ser una alergia causada por cosméticos?
Se retiró en silencio.
Laura cogió su brazo felizmente y dijo -Eduardo, ¿qué regalos me has traído?-
Al ver las manos vacías de Eduardo, no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Era realmente demasiado aburrido estar aquí.
Él sacó una pequeña consola de videojuegos de su bolsillo y se la entregó a Laura.
-Aquí la tienes. La diseñé yo mismo. Vamos a ver hasta dónde puedes llegar -
-¿Para mí? -
-¡Por supuesto! -
Eduardo no pudo evitar mostrarle el cariño que tenía hacia ella.
Laura se echó felizmente en la cama y comenzó a jugar.
Eduardo miró a su alrededor y sintió que había algo que hacía infeliz a Rosaría.
"A mamá no le gusta maquillarse. Incluso en ocasiones importantes y solemnes, se vestía sencillamente. Ahora que ya está hospitalizada, ¿cómo va a usar cosméticos?"
Eduardo pensó por un momento y le preguntó casualmente a Laura.
-Laura, además de ti, ¿quién más está hospitalizado aquí? -
-Una mujer. Abuelita me dijo que fue esa mujer la que me ha donado el riñón. Además, abuelita quiere que ella sea su ahijada, pero no sé si lo ha conseguido -
Ella le contó de manera caótica lo que había oído por casualidad. En cuanto a los detalles, ella no estaba muy segura, pero ¿quién era esa mujer?
Eduardo frunció el ceño.
-¿Dónde vive esa mujer? -
-En la habitación 315, no muy lejos -
Mientras escuchaba las palabras de Laura, él parpadeaba.
-¿Mamá la ha visitado alguna vez? -
-Supongo que sí. Mamá fue a verla cuando abuela vino a visitarme. Más tarde, mamá salió a comprarme manzanas y regresó maquillada. Sin embargo, abuela dijo que mamá estaba alérgica a los cosméticos. Eduardo, en la cara de mamá no se dejarán cicatrices, ¿verdad? -
Laura por fin levantó la cabeza desde la consola de videojuegos y miró a Eduardo con preocupación.
-Probablemente no. Puedes jugar aquí tú sola. Tengo que salir por un rato -
Laura se descontentó al oír sus palabras e hizo una mueca.
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