-¿A dónde vas? -
Rosaría se puso curiosa al instante.
Sin embargo, Mateo la llevó directamente al coche sin decir nada. Pronto, se detuvieron ante la entrada de un gimnasio.
Ella estaba un poco ofuscada.
-¿Es aquí donde quieres venir conmigo? ¿Un lugar que me gustará mucho? -
Sospechaba que era un poco incompatible con Mateo en algunos aspectos.
Pero Mateo sonrió y dijo -No es aconsejable desahogar los sentimientos comiendo demasiado. Creo que hacer compras está bien también, pero te sentirás mejor haciendo deportes en el gimnasio.
Rosaría se calló un momento y creía que él tenía razón. Además, ella había engordado un poco por haber comido demasiado recientemente.
-Bueno, ¡vamos! -
Ella entró sonriendo.
Mateo frecuentaba este gimnasio, entonces los condujeron a un cuarto independiente.
Rosaría estaba muy contenta con los instrumentos de todo tipo.
-¡Pensaba un hombre como tú no vendría aquí para desahogar sus frustraciones! -
-¿Y si te digo que vengo aquí para hacer ejercicios? -
-¡No te creo! -
Rosaría negó con la cabeza.
Sin decir nada, Mateo le entregó una camiseta de mujer.
-¿Has reservado ropa deportiva para mujeres aquí? -
-La compraron hace un momento con mi orden -
Mateo le mostró la marca que quedaba por quitar para probar su inocencia.
Al oír sus palabras graciosas, Rosaría dio un paso adelante y lo besó en la mejilla.
El repentino beso lo sorprendió a Mateo un poco.
Rosaría tomó la ropa mientras él estaba aturdido y dijo con una sonrisa -¡No entres! -
Diciendo eso, cerró la puerta del vestuario con llave.
Mateo de repente se echó a reír.
"Vaya, ya somos parejas." Pensaba.
"¿Por qué todavía le da tanta vergüenza?"
Pero le resultaba buena esa sensación.
Mateo sonreía y estaba absorto en el beso que ella acababa de darle.
A Rosaría se le aceleraban los latidos y se sentía como una jovencita de 18 años.
Pensaba, "¿Por qué todavía soy tan inmadura a esta edad?
"Porque Mateo me trata muy bien. "
Se sonrojó al encontrar la respuesta. Y al ver su cara sonrojada en el espejo, se sonrió.
Se cambió pronto. Cuando salió y vio que Mateo ya se había cambiado, se asombró un poco.
-¿Dónde te cambiaste? -
-Los hombres no necesitamos tanta privacidad al cambiarnos, y nadie entrará sin mi permiso -
Entonces cambió allí en el cuarto.
De repente se le ocurrieron a ella las imágenes del cuerpo robusto y musculoso de Mateo, y se sonrojó.
-Bueno, voy a llevar tu ropa al vestuario -
-Vale. -
Mateo no sabía lo que estaba pensando su esposa tras imaginarlo desnudo, de lo contrario, tal vez no la habría dejado escapar.
Rosaría sintió el calor de Mateo en la ropa. Nunca se creía lujuriosa, y solo había imaginado el cuerpo desnudo de Mateo antes.
Después de casarse, ella estaba tan tímida y cautelosa como siempre y nunca ofrecía su cuerpo si Mateo no le pedía. Nunca pensaba que tomaría la iniciativa de hacer algo. Pero en este momento, ella tuvo el impulso de quitarle la sudadera a Mateo, y luego...
Sentía que iba a volverse loca. "¿En qué estoy pensando?" Se preguntaba.
Puso la ropa de Mateo al lado de la suya, imaginando que los dos habían sido diseñados por dios uno para el otro, y se sonrió felizmente.
En el espejo se veía a una chica que estaba embelesada por el amor.
Rosaría echó un vistazo al espejo y sintió que casi estaba loca.
Trataba de tranquilizarse, y luego oyó a Mateo llamarla -Rosaría, ¿qué estás haciendo? -
-Ya vengo -
Rosaría intentaba calmarse pero su rostro permanecía sonrojada.
Al ver su cara, él le preguntó -¿Estás bien? -
-Sí, pero hace calor allí dentro -
Rosaría le dio una excusa al azar y se le latía el corazón muy rápido.
Mateo bajó la temperatura del aire acondicionado, le entregó los guantes y preguntó en voz baja -¿Te acuerdas de las técnicas de boxeo que te he enseñado? -
-¿Qué? -
Rosaría tardó en comprenderlo.
Mateo se puso detrás de ella, agarró sus brazos y empezó a enseñarle unos movimientos simples.
El calor de su robusto pecho la hizo un poco embelesada.
-¿Entiendes ahora? -
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