Rosaría se quedó tranquila. Tiró a Eduardo y le dijo con severidad, -¡Eduardo!¿Cómo se te ocurrió incitar a Adriano a huir de casa?
Eduardo agachó su cabeza silencioso.
No pudo aguantarlo Adriano, -Yo lo propuse. No quiero quedar con mi padre. Todo mi cuerpo hay heridas. Eduardo lo hizo solo por compasión.
Eduardo quería llorar, no esperaba que Adriano asumir toda la culpa.
Después de oírlo, los presentes se sintieron triste.
Mateo sabia que los dos niños tenían que huir de casa debido a la crueldad del entrenamiento de Rolando.
-Rolando, tengo algo que decirte. Mateo se sentía obligado a volver a hablar a solas con él.
Rolando asintió con la cabeza, -yo también.
En el estudio.
Mateo le dijo primero, -Lo siento, Rolando, es mi culpa.
Quería decir mil palabras, pero solo pudo decir eso. Tanto a Estela como a antiguo Rolando, tenía un sentimiento de culpa. De todos modos, Mateo se había enterado de que Rolando le tenía odio.
No quería que Rolando ponga este odio en Adriano, que todavía era pequeño.
Rolando no habló, cerró los ojos y frunció el ceño.
Mateo siguió sus palabras, -Es mi culpa. No he considerado tu sentimiento. Me calumniaron. Estela y yo no tenemos ninguna relación. Si ella no hubiera hecho nada contra Rosaría, no la habría hecho daño. Todo es culpa mía, perdóname, Rolando.
Mateo se lo explicó.
Unos minutos después, Rolando todavía no habló.
Mateo no pudo hacer otra cosa que arrodillarse. Su acción sorprendió a Rolando.
-Perdóname por favor, Rolando. No quiero ser tu amigo. Te tomo como mi hermano de todo corazón.Si tienes quejas de mí, golpéame y no te golpearé.
Al terminar sus palabras, Rolando exclamó al final, como si estallara la furia de tantos años,
-De acuerdo.
Con un gran ruido, golpeó a Mateo. Hizo tanto esfuerzo que Mateo sintió vértigo por el golpe.
Después de golpearlo, Rolando sentía que ya había liberado el odio. Dio un suspiro, -He cogido el antídoto de Mohamed. Los enjuiciaré. En cuanto a Cecilia, la solté, pero me arrepiento, los llevaré a comisaría. Te odio, pero ahora descubro que no sirve de nada el odio. Tengo que seguir la vida. Tienes razón, que Adriano es mi hijo. Me ajustaré, y no dañaré a Adriano.
Al oír sus palabras, Mateo se sintió alegre, -¿De veras tienes antídoto?
Rolando asintió con la cabeza. Por último transigió.
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