—Yo no quería toda esta mierda—vuelvo a empujarlo. Grito y tiro de mi cabello porque no hay manera en la que entienda lo que sucede. Hay gritos a mí alrededor— ¡Acabas de hacerle esto a mi novio! Tú, maldita basura humana, escoria parasitaria.
» ¡Detengan el maldito vídeo!
— ¿Dónde se apaga esta cosa? —maldice Dexter.
—Todos dejen el maldito show—grita Kevin antes de presionar su dedo de mi frente—. Tú sabías de todo esto, tú me diste la historia así que deja de fingir, deja de actuar como una puta loca y vuelve a tu lugar a trabajar que para eso se te paga.
—Quita tu dedo de Elisabeth—advierte Dexter.
Cierro mis ojos, respiro hondo y cuando los abro cierro mi mano en puño, procurando tener mi pulgar afuera, lo alzo y estrello directamente al ojo de Kevin. No recuerdo en mi vida nunca antes haber dado un puñetazo tan seriamente y tan merecido. Él maldice y aunque lo he lastimado, nada arregla todo este desastre.
Alguien me abraza desde atrás y por la voz reconozco que se trata de Joseph. Él está susurrando palabras en mi oído que no logro comprender.
Quiero acabar a Kevin, siempre lo he catalogado como un pobre hombre estresado con serios complejos de diva, pero en este momento siento que es un ser humano sin corazón que ha expuesto al mundo un momento tan privado y doloroso de la vida de Paul.
Paul...
¡Dios! Si Paul ve esto él fácilmente va a odiarme, pensará que soy parte de este circo.
Kevin cubre con una mano su ojo antes de señalarme, alzo mi barbilla, no hay manera en la que me doblegue, si por mí fuera, le doy mil puñetazos más, puedo entender ahora cómo se sintió Andrea cuando le partió la nariz.
—Estás despedida.
—Por favor suéltame, Joseph. Estoy bien.
Poco a poco Joseph me libera, retiro el maldito auricular de mi oído y arranco el micrófono de mi camisa, se lo arrojo a Kevin al rostro, seguramente haciéndole más daño.
—Metete el rating por el orificio inmundo, sucio, asqueroso y podrido de tu culo. No sé si me botas, pero de igual manera renuncio, sabandija asquerosa de barro mierdoso y nunca más pongas tus sucias pezuñas en mi rostro, maldita escoria.
Me quito el blazer y se lo arrojo al rostro.
»Vete a la infierno, bastardo—camino hasta Susy y extiendo mi mano, de inmediato me entrega mi celular. Mi barbilla tiembla, pero me niego a derrumbarme aquí.
—Lo siento mucho, Elisabeth—susurra Susy entregándome el celular.
—No es tu culpa, Susy. Tienes mi número, igual volveré por mis cosas.
Salgo a toda prisa del lugar, no tengo tiempo para esperar por el ascensor, bajo las escaleras de inmediato desbloqueando mi celular, Paul no ha respondido mi último correo. Marco su número.
—Por favor responde, necesito que lo escuches de mí—imploro bajando las escaleras a toda prisa.
No sé cómo quedará el programa cuando aún queda tiempo para que siga al aire, pero en este momento es lo último en lo que puedo pensar. La llamada no es contestada soy enviada al buzón de voz. Maldigo y lo intento de nuevo mientras camino a paso apresurado por la planta del canal hasta dar con el estacionamiento.
»Vamos, Paul. Por favor, responde—sucede lo mismo— ¡Joder! ¿Qué tan difícil es atender una maldita llamada?
Quiero arrojar mi celular contra el suelo, pero sé que eso no va a ayudarme.
Veo como Sabrina prácticamente está corriendo hacia mí y cuando está lo suficientemente cerca la abrazo con fuerzas, incluso algo de su cabello se mete en mis ojos pero no me importa, necesito mucho este abrazo.
—Voy a llorar Sabrina, siento que voy a llorar.
—Si te hará sentir mejor, hazlo.
—No entiendo, no entiendo qué se supone ha sucedido—me alejo pasando las manos por mi rostro, las primeras lágrimas caen—y...Va a odiarme. No sabes lo mucho que confió en mí contándome su historia y ahora todo esto...Va a odiarme.
—No va a odiarte, no puede odiarte. No creo que exista alguien que pueda hacerlo.
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