Entonces él grita mientras se dobla hasta dejar las manos sobre sus rodillas, me llama mentirosa y grita de nuevo con dolor. Niega con su cabeza mientras llora y grita que le duele. Me abrazo a mí misma llorando, alzo la vista a papá.
Papá me observa fijamente mientras grandes lágrimas empapan su rostro y su piel luce tan pálida, sus manos aún se mantienen hecha puños mientras tiemblan; y va sucediendo. Poco a poco su cuerpo comienza a sacudirse mientras los sollozos van escalando hasta que cierra sus ojos y solloza en agonía. Luego mi corazón sufre cuando comienza a llamar a Elise a gritos y preguntar por qué.
—Lo siento, lo siento—no dejo de repetir mientras veo como ambos se desmoronan frente a mí.
Doy pasos hacia papá, pero él gira su silla y abandona la sala mientras sus sollozos lo sacuden y grita por toda la casa llamando a mi hermana, sabiendo que ella no va a contestar. Edgar se deja caer en el suelo y me arrodillo frente a él tomando sus temblorosas manos.
—Dime que estás mintiendo. Dímelo.
—No puedo, no puedo.
—No puede haberse ido. No puede. No puede hacernos esto. No puede.
Ella no puede.
— ¡Elise! ¡Elise! —grita papá por toda la casa, sin dejar de llamarla.
Me estremezco ante los gritos desgarrados de papá. Harry me envuelve con un brazo, agachado detrás de mí, mientras con una mano aprieta el hombro de Edgar intentando suministrarle apoyo.
—No pude salvarla, lo siento.
Edgar no me mira, está sacudiendo su cabeza y divagando sobre que estoy mintiendo. Le pido a Harry que me ayude a ponerme de pie y sigo los gritos de papá encontrándolo en la antigua habitación de Elise aferrando sus manos a las sabanas.
—Mi bebé ¿Qué hiciste? ¿Por qué?
Me acerco y lo abrazo recostando mi barbilla de su hombro mientras él lleva una mano a la mía y la aprieta con fuerzas.
—Lo siento, papi, no...no pu—pude evitarlo.
—Oh, Elisabeth, Oh, cariño. Se han llevado otro trozo de mi corazón, mi bebé. ¿Qué hice mal? ¿Por qué? ¿Por qué?
»No lo vi venir—solloza—, no pude hacer nada por mi bebé. Mi hija, oh, Jesús. Me duele, no puedo respirar, no puedo.
Lo rodeo para que me observe, su piel comienza a ponerse purpura mientras llora.
—Papá, respira, por favor hazlo. Por favor, no me hagas esto. Te necesitamos, respiras. Sí puedes, respira conmigo.
Su respiración es un desastre, pero trata de seguirme. Logra respirar pero sus sollozos continúan un tanto más bajo mientras sacude su cabeza.
—Llora, drena, sufre—susurro—, pero no nos abandones. No me dejes, papá, te necesito.
----
Edgar y yo somos muy capaces de escuchar a papá llorar desde su habitación. Todos podemos hacerlo, de hecho hasta hace un par de minutos lo observe hacerlo mientras abrazaba el cofre donde descansan las cenizas de Elise.
Dexter desliza frente a nosotros unas tazas de café que Andrea acaba de preparar. Asiento con mi cabeza antes de pegar mi frente contra la superficie fría del mesón de la casa donde crecí.
Han sido días tan borrosos, tan rápidos y a la vez tan lentos. Tan dolorosos.
Edgar toma la taza de café, se disculpa y va hacia la habitación de papá, segundos después no solo se escucha el llanto de papá. Mis ojos se humedecen.
—Elisabeth, no es tu culpa—susurra Sabrina acariciando mi cabello. Cierro mis ojos.
—No estuve a tiempo—no sé si me escucha, estoy prácticamente afónica, cada grito se llevó mi voz—. No vi las señales; el día anterior ella estuvo tan bien, dentro de lo que cabe, hablamos, durmió en mi cama y ahora simplemente no está.
»No estoy diciendo que voy a renunciar al mundo, Sabrina, solo reconozco que pude haber hecho más de lo que hice por mi hermana—con mis ojos cerrados es difícil no evocar la imagen de Elise saltando al abismo.
Es difícil tratar de entender cómo de rápido llegó a la habitación donde guardaban los suministros de limpieza; también puedo visualizar perfectamente a papá y Edgar cuando recibieron la noticia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras