— ¡Dios! Odio esto Elisabeth. No era mi intención meterme con un hombre casado, sé que fui una ingenua al creer en su palabra, pero ¿Está mal ilusionarse y creer que encontraste a una persona especial?
»Sabes lo que pienso de la infidelidad, no me gusta y nunca hubiese estado con Carlos de haberlo sabido. Me dolió escucharla decir todas esas cosas y me dolió cuando empezó a llorar y culparme de ser un bache en su perfecto matrimonio.
—Oye, yo sé eso. Tranquila— limpió sus lágrimas—. Incluso si tú lo hubieses sabido, Candece no estúpida, ella sabe que uno simplemente no obliga a un hombre a tener sexo o vivir una aventura, bien grandecito que está ese vejestorio para saber las decisiones que toma.
—Lloro de impotencia. Si esto llega a salir por los medios... yo, me veré como la mala y será horrible que todos vean lo que hice.
—Nadie va a saberlo, ella no va a decirlo. Ella tiene una imagen que cuidar y su matrimonio de fachada perfecto no debe caerse. Vamos a olvidar esto ¿De acuerdo? Vamos a verlo como un simple error que no volverá a pasar.
—Soy estúpida por llorar por esto, pero me da rabia y vergüenza.
—No tienes nada de qué avergonzarte Sabrina. Eres una buena mujer y Candece junto a su vejestorio se pueden joder. Tú eres demasiado para darle atención a cualquiera de los dos. Tú vales mucho ¿Quieres un abrazo?1
—Y chocolate.
Me río mientras la abrazo, ella también se ríe.
—Eres mi mitad perfecta Elisabeth, quizás deberíamos ser lesbianas.
—Pero me gustan los penes.
—Cierto, no puedes vivir sin eso.
— ¡Oye! — dejamos de abrazarnos mientras nos reímos.
La ayudo a limpiar el poco maquillaje que arruino y luego luce perfecta como siempre. Alguien tan hermosa tanto por fuera como por dentro no debería sentirte cohibida de su belleza. Los constantes comentarios que ha recibido sobre su vida de cierta forma han moldeado mucho la forma de ver la vida de Sabrina.
Creo que ella algunas veces ve su belleza y sensualidad como una maldición.
— ¡Sabri!
Ambas volteamos antes de que una dulzura de cabello castaño abrace su pierna. Vi a Summer cuando llego, pero Sabrina no porque recién llega.
— ¡Summer! — Ella se agacha y la abraza— Mira nada más ¡No dejas de crecer!
—Un día seré grande como tú y así de bonita.
—Cariño, ya tu eres preciosa— Sabrina besa su frente— ¿No deberías estar con la abu?
—Ella está algo enferma. Así que vine con papi— Summer se gira hacia Rayan— ¡Papi mira! Tenías razón, Sabri ya llegó.
—Eso veo.
—Estaba triste de si no venías, pero papi dijo que no me preocupara que tú siempre venías y no mintió.
—Sí, siempre vengo.
—No, no eso— se ríe cubriendo con su pequeña mano su boca—. Le pregunté si estabas linda y dijo que sí, que seguías preciosa— se ríe una vez más.
Sonrío y enarco una de mis cejas hacia Rayan quien está muy ocupado viendo su reloj. Me encanta la comunicativa que Summer está siendo.
—Papi dijo que comeríamos al salir, dice que sabe que es muuuy tarde para ir a comer luego, pero va ser nuestro secreto ¿Quieres venir? Puedo prestarte mis creyones.
—Uhm...
—Por favor, a papi no le molesta—voltea a ver a Rayan— ¿Papi?
—Si eso quieres niñita.
— ¿Sabri?
Sabrina parece indecisa, le gusta Summer pero no quiere pasar tiempo con Rayan debido a su aun ley del hielo. Yo soy una feliz espectadora agradecida de la existencia e inocencia de Summer.
—Supongo que está bien.
— ¡Sí!
Sabrina besa su frente antes de irse prácticamente corriendo, Rayan le sonríe a Summer, ella le muestra todos sus dientes en una gran sonrisa.
— ¿Lo hice bien, papi?
—Lo hiciste perfecto mi niñita.
—Rayan Davis ¿Planeaste todo este numerito? — me cruzo de brazos.
—No ¿Cómo vas a creer eso?
— ¿Summer?
—Papi y yo hicimos un plan.
— ¿Los 2 o solo papi?
—Solo papi, porque papi es muy inteligente.
—Ya lo creo— le sonrío y me acerco a la oreja de Rayan para susurrar—. Cuidado Rayan Davis, Sabrina ya recibió suficiente mierda hoy así que no seas grosero y déjala que la pase bien con Summer. Te amo.
—Y yo a ti. Deja de amenazar a las personas que solo te hace ver más adorable.
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—Elisabeth
Me volteo ante el sonido de esa voz. Abro mi boca con las más grandes de las sorpresas. Lo observo rascar de manera incómoda su cabellera mientras me observa y luego mira sus zapatos.
»Hola...
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