No más palabras romance Capítulo 63

— ¡Papá!

—La sinceridad ante todo, Eli.

—Pues bien, me iré a llorar a mi casa— se acerca a papá y besa su mejilla—. Volveré a llorar a tu hombro el lunes. Ten buen fin de semana Elisabeth

—Igual tú Amber, y estoy segura que volverás a ver al amor de tu vida.

—Padre de mis futuros hijos.

—Eso en el caso de que seas una mujer fértil.

— ¡Papá!

—Eli hay que admitir que siempre cabe esa posibilidad.

—Me voy antes de que Dante me deprima por el resto de mi vida.

—Sí, huye del pronóstico de sus tragedias.

—Por cierto, en medio de tu llanto y lamentaciones ¿Puedes decirle a ese primo escritor tuyo que firme este libro? Me gustaría algún día morir sabiendo que al menos tuve eso.

Presiono mi índice y pulgar contra el tabique de mi nariz, no tiene sentido llamarle la atención, mejor solo me río de sus ocurrencias porque Dante Cortés no tiene solución alguna para ese carácter y así lo amo.

—Elisabeth puede conseguírtelo— Amber guiña un ojo antes de irse.

Me giro lentamente hacia papá, tiene una de sus cejas enarcadas hacia mí y me encojo de hombros.

—Sabías que me gusta.

— ¿Así que dejaste de babear sobre ese pobre escritor y realizaste una jugada de ganadora?

— ¿Si recuerdas que ese "pobre" escritor tenía novia, verdad?

—Cómo olvidar a tan desagradable criatura— hace una mueca de desagrado—, pero estás hablando en tiempo pasado.

—Ya no están juntos.

—No es tan estúpido entonces. Me preocupaba que fuera bueno escribiendo libros, pero estúpido con lo que hacía de su vida.

»Y aun peor, me preocupaba que te gustara un estúpido.

Hago a un lado el poco cereal con leche que me queda y juego con las puntas de mi cabello, creo que debo cortarlas un poco. Papá enarca una de sus cejas.

— ¿Qué?

— ¿Ahora actuarás como una de esas odiosas niñas que juegan con su cabello tontamente por un chico?

—Ten un poco de empatía femenina, papi.

— ¿Vas a conseguir que firme mi libro?

—Haré todo lo que esté en mis manos—frunce el ceño— ¿Ahora, qué?

—Si ese es un código de sucesos de solo mayores de edad, no tienes que decírmelo.

— ¡Papá! No estaba haciendo referencia a nada más que conseguir ese autógrafo.

—Eso espero.

—De igual manera...

—Hola papá.

Salto por la sorpresa justo antes de ver a Edgar aparecer, acercarse a papá y darle un breve abrazo. Lo observo en silencio caminar hacia el refrigerador, toma una gaseosa junto a una mermelada y galletas, y se sienta en una silla del mesón al lado de papá. Me estiro hacia un lado para poder observarlo sin ser maleducada al ignorar a papá que en su silla se encuentra mucho más bajo que nosotros.

Edgar finalmente me da una mirada y asiente con la cabeza hacia mí, entrecierro mis ojos y papá carraspea su garganta.

—Hola, Edgar— prácticamente escupo las palabras, no olvido la última vez que nos vimos.

Quizá sea uno de mis defectos, pero yo nunca olvido cuando me lastiman y sacarse la espinita siempre parece difícil, en algunos caso la espina queda ahí.

»Ahora tienes una llave de la casa—señalo no muy feliz.

— ¿Qué? ¿Eres la única que puede tener acceso a la casa en la que crecimos?

—Eres tan idiota. De verdad que lo eres.

—Lamento no tener lo que tú consideras nivel de perfección, hermanita.

—No en mi casa—dice papá con calma—. No serás grosero con la hija que viene cada semana a verme en mi casa.

Cap. 63: La espinita 1

Cap. 63: La espinita 2

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