Elise.
Ese momento terriblemente incómodo en el que Edgar se lleva muy mal con su primo y mientras cenamos, Yohan y yo sólo esperamos que la guerra explote. Antes solíamos apostar a cuánto tiempo llevaría que las sonrisas cordiales desaparecieran y por alguna razón pequeña ellos terminaran discutiendo y Saúl, esposo de la tía Beatriz, intentando calmar las cosas.
- ¿Quieres hablarnos de tu nuevo trabajo, Elise?-pregunta Saúl.
El cubierto queda suspendido cerca de mi boca, miro alrededor de la mesa, Bianca, mi prima de ocho años juega con la comida. Vuelvo la atención a Saúl.
-No, no quiero-respondo. Edgar ríe, no es como sí quisiera ser grosera, él preguntó y yo respondí.
Seguimos comiendo en un silencio tenso, Edgar pregunta en dónde compró los palos de golf y entonces así comienza la discusión.
Yohan y yo nos observamos, discretamente él me extiende un billete. He ganado la apuesta, han durado más de lo que Yohan esperaba.
—Entonces ¿Me invitas al sótano para verte fumar hierba?—pregunto viendo su colección de CDS.
Yohan ríe y luego tose ahogándose con el humo, yo río de él. Yohan es adoptado, tiene veintitrés años y es el prototipo de hombre estancado en casa de sus padres sin trabajo y sin carrera universitaria, todo ello gracias a que mi tía lo considera un bebé y lo mima demasiado.
Aun así, al parecer a algunas chicas les gusta salir con vagos, o al menos yo pienso que entra en esa categoría, razón por la que puede catalogarse un puto de primera. Pero, Yohan me agrada, siendo honesta, lo quiero. Es un buen amigo y ambos entendemos la locura de nuestras personalidades y crecimos juntos viendo a su hermano y Edgar detestarse con fuerza y pasión.
La primera vez que apostamos cuánto tardarían en discutir, Yohan ganó, sólo tardaron cinco minutos; y déjenme decir que fue una discusión bastante impresionante que acabo con dos vasos de vidrios siendo estrellados en la pared.
La puerta del sótano se abre y Bianca con sus dos trenzas sosteniendo su cabello y un vestido pulcro, nos mira con desprecio. Hablando de dolores de culo, ahí tenemos a mi pequeña prima de ocho años, la niña que aspira a la perfección y que seguramente siente mucho desagrado hacia la poca perfección de nuestra familia.
—¿Buscando a sus sirvientes, princesa del basurero?-cuestiono para molestarla.
La cosa en mi es que no me gustan los bebés, no me gustan los niños. Sé que alguna vez fui una bebé que sólo comía, hacía mierda y dormía; y que posterior a eso crecí siendo una niña que todo le desagradaba. Pero cuando cumplí doce y salí de la clasificación de “niña”
me sentí lista para admitir en voz alta como me desagradan los niños.
Quizás tolero a unos pocos niños a mí alrededor, pero Bianca no es ese caso. De hecho disfruto haciendo molestar a mi prima aspirante a la perfección.
Ella aprieta sus labios y quiero reír cuando alza su barbilla, viéndonos como no dignos de su aire, a veces me pregunto cómo es que Bianca tiene tantos aires de grandeza.
—Escuché a mamá decir que fuiste un accidente de una irresponsable —me dice con una pequeña sonrisa. Si, no me gusta esta niña.
—Bianca únete al equipo, fuiste resultado de un condón roto-dice Yohan dando una larga calada al porro. Bianca abre su boca con horror, Yohan le sonríe— así es la vida, hermanita.
- ¡Voy a acusarte con mamá! Y le diré que estás fumando eso.
La vemos irse pisoteando, Yohan tiene que ser el peor hermano de la historia, pero el mejor amigo sin duda alguna.
—Cada día se cree más de la realeza que de esta familia, es mi deber de hermano hacerle saber que no somos mierda a la que mirar, somos su familia.
—Ella tiene la pinta de ser la chica que hace bullying a las niñas nerd cuando llegue a la secundaria.
— ¡Lo sé! Pero mamá dice que ella es un pastelito—ríe terminando de fumar y pasando las manos por su rostro. Me doy cuenta que el cabello castaño de Yohan quizás ya va demasiado largo, pero no lo menciono.
Él toma su guitarra acústica y se sienta en uno de los horribles y viejos sofás, me siento junto a él mientras toca una que otra canción.
Mientras canta y toca la guitarra recuerdo porqué es que las chicas siguen viniendo a él.
Tiene talento, es un vago que fuma hierba pero con talento para la música. No es feo, pero yo siendo su amiga no estoy calificada para encontrarlo épicamente atractivo, pero si las chicas babean por él, por algo será.
Termina de tocar una última nota, deja caer su cabeza en mis piernas. Con mis dedos acaricio su cabello, es bueno que de hecho él sea un poco obsesivo con lavar su cabello, aunque no lo ha cortado.
— ¿No quieres hablar de tú nuevo trabajo, Laide?
—¿Sabes que ese apodo es raro, verdad?
—Yo sé que te encanta. Pero cuéntame ¿ Ahora eres teibolera?
—No seas cerdo—tiro de su cabello con fuerza— una amiga me consiguio trabajo.
—Deberías presentármela.
—Primero busca un trabajo, corta tu cabello y entonces tal vez no me avergüence de hacerlo—bromeo, él ríe.
- ¿Y qué? ¿Te lías a uno de esos hombres que enloquecen a todas?
Dejo de acariciar su cabello, no debo resultar obvia, aunque técnicamente nada ha sucedido, de hecho comienzo a creer que el beso sólo lo imaginé.
—No hay tiempo para eso, el cerdo de mi jefe ni siquiera me deja tomar un respiro.
—Vas a morir virgen, prima.
Ambos reímos y escuchamos los gritos desde arriba, la segunda ronda de discusión ha empezado. Escuchamos entretenidos.
— ¿Crees que hoy lleguemos a una tercera ronda?—pregunto.
—Creo que dos serán suficientes.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras