Yo había querido toda su atención y ahora que me la estaba dando, no quería nada más que correr en dirección contraria.
—¿¡Cómo te atreves a intentar romper el vínculo que compartimos, mujer!? —preguntó de nuevo.
—¿No es eso lo que quieres? —pregunte con voz temblorosa.
—¿¡Quién eres tú para decidir lo que quiero o incluso cuestionarlo!? —gritó alfa Rastus en mi cara, haciendo que mi cuerpo temblara como si estuviera siendo enterrada en hielo.
Mi mente no lograba comprenderlo. Tampoco podía encontrar una respuesta porque me estaba confundiendo.
Romper el vínculo era necesario si quería estar con Larisa y si quería que yo me fuera. Entonces, ¿por qué estaba...?
—¡Guerreros! —gritó alfa a los hombres que estaban fuera de su oficina y dos de ellos entraron corriendo, cayendo de rodillas para evitar enfrentarse a su furia—. Agarrad a esta mujer insolente, devolvedla a donde pertenece y dejadme advertiros... —Los guerreros podían sentir su ira en sus huesos, aunque la ira de alfa Rastus estaba dirigida a mi—. Si ella escapa, perderéis la cabeza —lanzó la advertencia.
—Sí, alfa —respondieron los guerreros.
—Eres mía para siempre —dijo una última vez antes de que sus hombres me sacaran a rastras de su oficina.
Aun así, regresó a Larisa.
¿Qué clase de chiste me había convertido?
Pero cuando me arrojaron de nuevo al calabozo, me di cuenta de que ya no era una mujer casada, sino que me había convertido en la prisionera esclava sexual odiada del alfa.
...
ALFA RASTUS-
Podía sentir la rabia aun hirviendo dentro de mí a pesar de que habían pasado varias horas desde que la mujer con la que me obligaron a casarme y aparearme intentó cortar el mismo vinculo por el cual sacrifiqué mi felicidad para crear.
¡Qué descaro el de ella!
¿Quién se cree que es?
¿Alguna diosa a cargo?
Gracias...
Mis ojos captaron el cielo oscuro de la noche mientras bebía otro trago del tequila más fuerte que había en el bar, con la esperanza de que matara mi ira y estabilizara mis emociones en espiral, pero beber no me ayudó. En unos minutos, estaba ebrio, pero no dejé de beber.
—¿Por qué sigo sintiendo tu ira, Ras? —la voz tranquilizadora de la mujer por la que latía mi corazón resonó en el bar y mis ojos buscaron ansiosamente la belleza de su rostro—. No me digas que estás ebrio por su culpa.
No pude evitar sonreír tímidamente cuando el rostro de Larisa apareció frente al mío. Se fue a reunirse con sus viejos amigos unas horas después de que la mujer con la que me vi obligado a casarme me molestara. Puede que estuviera ebrio, pero aún podía ver la incomodidad y un poco de celos en los ojos de Larisa.
—No del todo, Isa, pero estoy enfadado. Me ha molestado —dije, dándome la vuelta en mi taburete alto para poner a Larisa entre mis piernas.
Ella se mantuvo erguida como una copa de vino, con los codos apoyados en mi muslo.
—Lo mismo digo, Ras. Temo que no me quieras aquí ni me necesites. Tal vez regresar después de todos estos años sea un error...
—Oye... —le advertí, frunciendo el ceño—. ¿Por qué dices eso? ¿Sabes que te he extrañado? He pasado los últimos años tratando de encontrarte y traerte de vuelta a casa. ¿Por qué llamarías a esto un error Isa?
Mi corazón se encogió dolorosamente. Pensé que el regreso de Larisa sanaría mi corazón roto. Pensé que ella estaría feliz conmigo ahora que me había convertido en el alfa. Tenía el poder y la autoridad para protegerla ahora, a diferencia de hace tres años.
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