Resumo de Capítulo 108 – Capítulo essencial de Novia del Señor Millonario por Internet
O capítulo Capítulo 108 é um dos momentos mais intensos da obra Novia del Señor Millonario, escrita por Internet. Com elementos marcantes do gênero amor después del matrimonio, esta parte da história revela conflitos profundos, revelações impactantes e mudanças decisivas nos personagens. Uma leitura imperdível para quem acompanha a trama.
Bella:
Herbert hablaba por hablar. En más de una ocasión me había dicho que no tenía sentimientos por Caroline, pero seguía a su lado. ¿Realmente esperaba que me creyera que no le importaba cuando siempre estaba acompañándola y la dejaba hacer lo que quisiera? Alguien como Herbert no dejaría que nadie lo tratara así.
Cerré la puerta de golpe y me recosté sobre ella llorando desconsoladamente. Era imposible que no la quisiera. Me quedé bastante tiempo ahí hasta que no escuché nada del otro lado de la puerta. Me levanté como pude y la abrí para ver si seguía afuera. No había nadie afuera y las lágrimas de nuevo inundaron mis ojos. Había escuchado a mi cerebro, pero mi corazón estaba sufriendo.
Sentí que alguien me partía en dos y me limpié los ojos con brusquedad. No podía dejarlo tener tanto poder sobre mí, no lo dejaría arruinar mi vida. ¡Tenía que seguir con mi vida y ser feliz!
Klein:
En un abrir y cerrar de ojos, tres días habían pasado desde que Herbert se había ido de viaje de negocios. Estaba viendo unos documentos en mi oficina cuando mi teléfono sonó. Revisé la pantalla y me encontré con el nombre de Gaynor.
—¿Aló?
—Señor Wharton, perdone que lo moleste, pero me encuentro en un situación complicada —dijo Gaynor desde el otro lado con un toque de ansiedad.
—¿Le pasó algo a Lucas?
—No, no es eso, Lucas está bien, pero yo estoy enferma. Es un resfrío, pero tengo fiebre y me preocupa que Lucas se contagie. ¿Qué cree que deba hacer? El sistema inmunológico del pequeño no es el mejor, no quiero ponerlo en peligro.
—Encontraré a alguien para que lo cuide por estos días y una vez te recuperes, vuelves —le respondí después de considerarlo por un momento.
—Debe tener cuidado con eso, señor, el señor Herbert no quiere que nadie sepa sobre Lucas.
—Yo no puedo cuidarlo, tengo mucho trabajo estos días. Incluso si estuviera libre, tampoco sabría que hacer con el niño —le expliqué con nerviosismo. Tenía que hacer algo, Lucas era muy importante para Herbert.
—¿Alguien de su familia o alguna de sus amigas no podrá cuidarlo? Debe ser una mujer que tenga su total confianza. Pídale que lo cuide solo por unos días.
—Muy bien, eso haré, encontraré alguien para que te reemplace —concordé y colgué la llamada. Junté mis manos y apoyé mi mentón sobre ellas mientras comenzaba a pensar en todas las mujeres que podrían hacer el trabajo. En eso alguien tocó a la puerta.
—¡Adelante!
—Klein, aquí está la nómina del mes, por favor, revísela y fírmela si está todo bien —dijo Bella mientras dejaba la hoja sobre el escritorio. Estaba tan perdido en mis pensamientos que simplemente agarré la hoja y la firmé sin verla.
—Klein, no revisaste los montos.
—No es necesario, confío en ti —le dije mientras me levantaba. Me acerqué a la ventana sin poder dejar de comerme la cabeza tratando de encontrar a la mujer ideal para cuidar a Lucas. De repente, un foco se me prendió y volteé a ver a Bella con los ojos abiertos de par en par—. ¡Bella!
—¿Sucede algo? —me preguntó con sorpresa.
—Bella, ¿crees que me podrías hacer un favor? Eres la mejor persona para este trabajo —le dije con urgencia mientras la agarraba por los hombros.
—Once meses.
—¿Qué? —dije con sorpresa. ¿Cómo podía hacerme cargo de un bebé que no tenía ni un año?
—Ven, míralo antes de que te niegues. ¡Estoy seguro de que lo amarás! —me aseguró Klein y me jaló hacia la puerta. Tocó el timbre y una señora de alrededor de cuarenta años nos abrió.
—Señor Wharton, me alegro que viniera —nos saludó con una gran sonrisa. Aunque se le veía muy feliz por nuestra presencia, no pude evitar notar el sudor de su frente y la dificultad con la que se movía.
—¿Dónde está Lucas, Gaynor?
—En la sala —respondió después de toser la mujer. Klein asintió y entró jalándome en el proceso.
Toda la sala estaba cubierta de una alfombra de goma con vibrantes colores. Los muebles y mesas tenían bordes redondos y no había presencia de objetos frágiles a la vista. Se podía ver el cuidado que el papá había tenido al preparar la casa para el bebé. Los juguetes estaban desperdigados por todo el piso y me costó encontrar al niño entre ellos. Finalmente, en una esquina contra la pared, estaba sentado Lucas.
Su cabello era negro como el azabache y su piel tan blanca como la porcelana. Sus ojos azules brillaban con felicidad y su sonrisa era contagiosa. Llevaba puesta un suéter de color azul cielo y un pañal. Klein se acercó y se agachó a su nivel.
—¡Hola, Lucas! ¿Cómo estás? ¡Te he venido a ver! —lo saludó mientras aplaudía suavemente. Ni bien el niño escuchó su nombre, dejó de lado los juguetes y se concentró en Klein. Con un poco de torpeza, se lazó sobre él y comenzó a hablarle en lenguaje de bebé con mucho ánimo. Se veía feliz de verlo.
Me quedé mirando la escena con dulzura. Ni bien posé mis ojos sobre Lucas, sentí una conexión especial con él y una abrumadora necesidad por abrazarlo me llenó por completo.
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