Resumo do capítulo Capítulo 15 de Novia del Señor Millonario
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Bella
Levanté la mirada para ver cuántos pisos faltaban para llegar al primero y cerré los ojos, suplicando que el ascensor se apresure en bajar.
Sin embargo, parecía que esta era la hora en la que todos en el edificio lo usaban porque el ascensor se detuvo en varios pisos. Aún así, el número de gente no se reducía puesto que, aunque había gente saliendo del ascensor, también había gente entrando. Pensé que nunca llegaríamos al primer piso.
Por el reflejo de la pared de metal vi a Herbert, detrás mío y sentí el ritmo constante de su corazón. La distancia que había entre nosotros se estaba acortando.
Podía sentir su aliento en mi nuca, que hacía que se me pusiera la piel de gallina y que mi corazón latiera más rápido.
De pronto, recordé nuestra noche de pasión de hace unos días y me di cuenta que no había pasado mucho desde que me acosté con él.
El aire denso del ascensor me hizo sentir muy incómoda y, cuando traté de voltearme, escuché la voz de Herbert muy cerca de mi oído.
"No te muevas", me dijo. Su voz era baja y ronca.
"¿Qué?" Pregunté, levantando la mirada.
Vi a Herbert frunciendo el ceño. Tenía una expresión complicada en el rostro, como si estuviera conteniéndose.
De repente, sentí algo duro presionarse contra mi cuerpo para luego alejarse.
No obstante, todavía podía sentir el lugar donde mi cuerpo había hecho contacto con la cosa dura.
En un instante, entendí por qué había pensado que Herbert se estaba conteniendo. De inmediato, bajé la mirada, sintiéndome muy incómoda y avergonzada.
Mi rostro se puso rojo como un tomate y no me atreví a moverme ni un centímetro, pero, por dentro, estaba maldiciendo a Herbert. Era un pervertido.
Por fin, después de lo que me había parecido un siglo, el ascensor llegó al primer piso.
Todos se apresuraron en salir y, por mi parte, salí a toda prisa, incluso antes que Herbert.
No me importaba si estaba caminando delante de él.
Sentí que mi cara me ardía de la vergüenza y la rabia. Bajé la cabeza y me toqué las mejillas. Lo que había pasado hace un rato se consideraba un delito. ¿Podía demandar al malvado capitalista de mi jefe?
Estaba inmersa en mis pensamientos y, cuando estuve a punto de llegar al Bentley, Herbert cogió mi muñeca y me detuvo. "Bella". Exclamó.
Todo lo que pude hacer fue parar en seco. La parte de mi brazo, donde Herbert me estaba tocando, se sentía como si estuviera ardiendo en llamas. Herbert se paró frente a mí y miró a su alrededor. Parecía que estaba un poco avergonzado por lo que había pasado hace un rato. Metió sus manos en los bolsillos y se aclaró la garganta. "Hiciste un buen trabajo", me dijo. "Te daré tres días libres, para que descanses y recuperes fuerzas".
No me atreví a decir ni una sola palabra en todo el camino de regreso y, gracias a Dios, Herbert también estaba callado.
Pronto, llegamos a la empresa.
Apenas estacionaron el auto, salí a toda prisa y me fui corriendo hasta la oficina, ignorando por completo al hombre que había dejado atrás.
Cuando llegué a la oficina, mis compañeros me estaban esperando para felicitarme,
"Felicitaciones, Bella", me dijo uno de mis colegas. "Gracias a tu trabajo y esfuerzo, la empresa logró ganar la licitación".
Sonreí. "Fue todo gracias a la capacitación del líder y la ayuda de todos ustedes", respondí.
Joey se me acercó y me dio una palmadita en el hombro. "Bella, muchas gracias", me djio. Se veía muy conmovida. "Si no hubiera sido por ti, me hubieran despedido".
"No digas eso", respondí, tratando de consolarla. "Entraste a trabajar a la empresa antes que yo y me ayudaste mucho cuando recién empezaba. Solo te estaba devolviendo el favor".
En ese momento, vi que el gerente caminaba hacia mí. "¡Bella, el Sr. Wharton quiere que vayas a su oficina!" Me informó.
No pude evitar fruncir el ceño. ¿Por qué Herbert me estaba pidiendo que vaya a su oficina?
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