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Punto de vista de Bella:
Las manos de Herbert eran cálidas y me sentí protegida con él. Aunque no lo conocía muy bien, tuve el presentimiento de que nos protegería sin dudarlo.
Mi hijo probablemente tendría sus buenos genes. Me di cuenta de que la mejor opción al final sería casarme con Herbert, pero no podía librarme de la sensación rara que sentía al considerarlo.
—¿Realmente estamos yendo a sacar la licencia? —le pregunté mientras el auto zumbaba entre las calles.
—Usualmente eres más rápida para las cosas —me dijo él con una sonrisa.
—Pues tengo que serlo o me despiden de la capital —le respondí con los labios fruncidos. Herbert me fulminó con la mirada y decidí mejor callarme.
—Este es el acuerdo prenupcial, revísalo. Si está todo bien, fírmalo —dijo, mientras me pasaba dos papeles.
Me quedé muy sorprendida y tome los papeles de su mano. Cuando comencé a revisarlo, no pudo evitar fruncir el ceño: era increíblemente detallado.
«Las dos partes llegan al siguiente acuerdo: Primero, A será responsable de todos los gastos de la familia, tanto de la esposa como de los hijos; segundo, si ambas partes se divorciaran, A tendrá que comprarle a B una casa de más de ciento cincuenta metros cuadrados y darle un pago de dos millones. B no tendría derecho a ninguna de las propiedades de A; tercero, si B continúa trabajando en el Grupo Wharton, B no debe revelar que está casada con A; cuarto, B no puede interferir con la vida privada de A; quinto, B no puede tener ningún tipo de relación con el sexo opuesto; sexto, ambas partes deben cooperar como una unidad familiar; séptimo, si ambas partes se separan, A obtendrá la custodia total de los menores».
Parecía que Herbert lo tenía todo muy bien preparado, y aunque había pensando que casarme con él sería la mejor opción para mi hijo, estaba reconsiderándolo. El hombre no parecía realmente querer nada de mí, solo le importaba el hecho de que estuviera cargando con su hijo.
Me dolió reconocerlo. El acuerdo era increíblemente práctico, pero mi posición era demasiado pasiva.
—¡No voy a firmar este injusto contrato! —le grité y le lancé las hojas a la cara. Herbert no se inmutó.
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