Resumo de Capítulo 58 – Novia del Señor Millonario por Internet
Em Capítulo 58, um capítulo marcante do aclamado romance de amor después del matrimonio Novia del Señor Millonario, escrito por Internet, os leitores são levados mais fundo em uma trama repleta de emoção, conflito e transformação. Este capítulo apresenta desenvolvimentos essenciais e reviravoltas que o tornam leitura obrigatória. Seja você um novo leitor ou um fã fiel, esta parte oferece momentos inesquecíveis que definem a essência de Novia del Señor Millonario.
Bella
El tiempo pasó muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos, ya tenía tres meses de embarazo. Por fortuna, hasta ahora no había tenido un embarazo complicado.
De todos modos, aunque antes la comida me daba náuseas y había bajado mucho de peso, ahora tenía hambre todo el tiempo y, por ende, engordé bastante.
Esa noche, Miranda cogió su teléfono y corrió hacia donde yo estaba. "Sra. Wharton", me dijo. "El señor me dijo que tiene que ocuparse de algo esta noche y que no cenará en casa".
Al oír esto, no pude evitar fruncir el ceño.
Durante el último mes, Herbert había estado muy ocupado. Cuando regresaba ya era hora de cenar y por la mañana se iba muy temprano, casi no pasaba tiempo en casa. Mi instinto me decía que algo andaba mal, pero no podía precisar con exactitud qué.
A la hora de cenar, no comí mucho porque tenía muchas cosas en la cabeza. Ni siquiera pude terminar un trozo de bistec.
Me fui al dormitorio después de eso. Me lavé los dientes y me puse la pijama, alistándome para ir a dormir. Vi una serie de televisión en la cama y me quedé despierta hasta que Herbert llegó. Era casi medianoche.
"Ya es tarde, ¿por qué sigues despierta?" Me preguntó apenas me vio, ya que, por lo general, yo ya estaba durmiendo a esta hora. Su tono de voz era un poco extraño.
La única luz que estaba encendida era la de la lámpara de pared. Esa, con la luz tenue de la televisión, hacían que el rostro de Herbert se viera un poco desaliñado, parecía que estaba borracho. Además, el cuello de su camisa estaba abierto.
Al verlo así, tuve miedo de que hubiera bebido. No supe qué hacer y opté por levantarme y servirle un vaso con agua. "No podía dormir y me quedé viendo una serie". Respondí.
Herbert cogió el vaso, pero no bebió el agua. En cambio, se volteó y puso el vaso sobre el gabinete.
Después de eso nos quedamos en completo silencio.
Sentí que él estaba poniendo cierta distancia entre nosotros a propósito, pese a que no podía encontrar ninguna razón por la que él quisiera hacer algo como esto.
No habíamos discutido. Por el contrario, últimamente teníamos una relación muy buena. Incluso se podía decir que éramos muy amorosos el uno con el otro.
¿Acaso era porque yo era muy sensible?
"Has estado muy ocupado en el trabajo ahora último". Dije, sonriendo y conteniendo mis emociones.
"Un poco". Herbert respondió mientras se desvestía.
Cogí la ropa que se había quitado y la colgué en mi armario. "¿Por qué regresas tan tarde estos días?" Pregunté.
"Uno de mis compañeros de clase regresó del extranjero", me explicó. "Hemos estado teniendo reuniones de reencuentro con el resto de mis compañeros".
No seguí preguntando más porque no conocía a sus compañeros de clase ni a ninguno de sus amigos.
"Voy a darme una ducha". Herbert anunció de pronto. Luego cogió su pijama y se fue al baño.
Me sentí muy sola mientras miraba la puerta del baño.
Quería reírme de mí misma. Había sido tan ingenua y tonta de creer que nos habíamos acercado mucho y que incluso nos estábamos llevando muy bien desde que regresamos de la casa de sus padres.
Sin embargo, la verdad era que todavía seguíamos siendo extraños. Yo no sabía nada del pasado de Herbert y él nunca me presentó a sus amigos ni a sus compañeros de clase.
¿En serio me podía considerar su esposa?
Me tuve que recordar que me había casado con él por el bien de mi hijo.
De pronto, empecé a tener escalofríos. Volví a la cama y me tapé con las sábanas. Luego apagué el televisor. Ahora que solo la luz de la lámpara de pared alumbraba la habitación, todo se veía muy sombrío.
Después de un rato, escuché los pasos sutiles de Herbert acercándose..
Se metió en la cama y apagó la lámpara. De repente, la habitación se sumió en la oscuridad.
No tuvimos ningún contacto físico a pesar de que estábamos bajo las mismas sábanas.
De pronto, recordé que no nos habíamos tocado estos últimos días y, al darme cuenta de esto, aspiré una bocanada de aire frío. Era raro que no nos quedáramos dormidos sin abrazarnos.
Me puse un camisón y bajé las escaleras a toda prisa, para ver si seguía en la casa.
Aun así, no había señales de él en el primer piso. Fui hacia la puerta de la cocina y vi que Miranda estaba preparando una sopa. "Miranda, ¿él ya se fue?"
Miranda dio un salto, como si mi voz la hubiera sobresaltado. "El Sr. Wharton salió a las ocho en punto", dijo. "Su vuelo era el de las nueve y media. Hace media hora que ya debe haber despegado".
Mi corazón se llenó de decepción al escuchar esto. "¿Por qué me quedé dormida?" Pregunté en voz alta.
"Sra. Wharton, no se preocupe", Miranda me aseguró. "Puse toda la ropa que el Sr. Connor me dijo que meta en la maleta. El Sr. Wharton no quería llevar muchas cosas. Dijo que si necesitaba algo, lo compraría allí y que el Sr. Connor se iba a encargar de todo, puesto que iba con él".
"Tienes razón". Dije sin poder refutar lo que me había dicho.
Esperé hasta la noche, calculando la hora en la que se supone su avión debía aterrizar.
Él ya debía haberse bajado del avión a esta hora, así que le envié un mensaje.
"¿Ya llegaste?" Pregunté.
"Sí, ya aterrizamos". Respondió.
No había ningún rastro de emoción en su respuesta y tampoco había palabras innecesarias. Me sentía muy decepcionada. Yo había estado esperando ansiosamente a que llegara sano y salvo, pero a él parecía no importarle. Vi su mensaje una vez más y decidí no responder.
Durante los tres días siguientes, él no me contactó ni me envió un solo mensaje. A pesar de que yo tenía curiosidad por enterarme de lo que estaba haciendo en Europa, sabía que él estaba a salvo, ya que Connor estaba con él. Controlé mis emociones y no lo contacté.
Al cuarto día, recibí una llamada extraña.
"Disculpe, ¿hablo con Bella?" La persona al otro lado del teléfono dijo apenas contesté. Era una voz de mujer, suave y dulce.
"Sí, soy yo", respondí. "¿Con quién hablo?" Pensé que era una de esas llamadas de agencias ofrenciendo algún servicio, por eso usé un tono un poco informal.
Sin embargo, la respuesta de la mujer al otro lado de la línea me dejó boquabierta. "Señorita Stepanek, mi nombre es Caroline Ewell", la mujer dijo. "Soy la exnovia de Herbert".
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: Novia del Señor Millonario