En la suite presidencial del costado, William, quien acababa de terminar su trabajo, tomó un sorbo de té y le preguntó a Marcus: "¿Qué está haciendo?"
"Se refiere a la señorita Brown, ¿verdad? Comió casi toda la comida que se le sirvió. Luego, se fue a descansar en la suite. El mayordomo informó que ahora se está bañando y que parece estar de buen humor" respondió Marcus.
Tras pensar en que hace rato estaba intentando contener las lágrimas y que ahora estaba contenta, William sonrió.
Tan pronto como notó su buen estado de ánimo, Marcus continuó: "Supongo que Mason y Ronald deben estar furiosos después de haber sido echados. ¿No cree que de desfogarán con la señorita Brown?"
"¡Por supuesto que sí!" respondió William.
"Entonces, ¿por qué sigue apoyándola?" preguntó Marcus confundido.
"Porque me encanta. ¿Hay algo malo?" dijo William con calma. De repente, su mente recordó hasta el más mínimo detalle de lo que sucedió anoche. Por ejemplo, la forma en que Valeria lo abrazó y la marca roja en forma de pétalo en la sábana.
Al instante, sintió que los latidos de su corazón se aceleraron y ni él mismo encontró una explicación a lo que estaba sintiendo.
Por su lado, Valeria se quedó dormida tan plácidamente que no se despertó hasta las 9 a.m. del día siguiente. Después de lavarse, tomó un desayuno exquisito y se preparó para irse.
De repente, recordó que aún no había pagado la cuenta y fue entonces cuando se preguntó por qué habían tenido tantas consideraciones con ella. Después de todo, lugares como estos siempre acostumbraban a cobrar antes de hospedarse, pero, evidentemente, confiaron demasiado en su honradez.
Mientras pensaba en esto, la puerta del Elevador VIP se abrió y William salió elegantemente. Tras ver a Valeria parada en la recepción con rostro ansioso, se le acercó y preguntó: "¿Qué te pasó?"
"¿De nuevo tú?" exclamó Valeria con resentimiento y con la plena seguridad de que este hombre soltaría carcajadas cuando se entere que no tenía dinero para pagar la cuenta.
En vista de que Valeria guardó silencio, la cajera dijo: "La tarjeta de la señorita está congelada, así que no puede hacer el pago".
Tras escuchar esto, Valeria se avergonzó aún más y bajó la cabeza, sintiendo que su rostro se volvió tan rojo como un tomate.
De repente, el hombre dijo con voz fascinante: "Pagaré la cuenta".

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