Decir que todo pasó como en cámara lenta fue poco; Rue voltea a ver a ese enorme lobo y grita, lo único que puedo hacer es correr hacia ella aunque eso implique que ese lobo me ataque a mi, cubrir su boca y ponerme de escudo.
—Lev —susurró AmDeli.
—Nat, métete a la casa —le dije, no sabía lo que pasaría pero tenía que proteger a esta pequeña niña.
—No te preocupes por mi, Lev, concéntrate en Rue.
Dudé un poco por lo que dijo; pero mi concentración pasó al lobo cuando éste gruñó y se acercó un poco. Era algo escalofriante el estar aquí, frente a ese enorme animal. Rue me apretó la ropa, con miedo; podía sentir sus pequeñas manos temblar casi. Me puse seria, sintiendo que ese lobo no me intimidaría.
Entonces fue cuando hice algo: saqué mi collar de Triskelion y se lo mostré. Como imaginé: el lobo se detuvo en seco y miró para ambos lados desconcertado. Fue cuando me di cuenta de que ellos le tenían miedo a esto. Y me sentí más protegida. El lobo me da una última mirada fría acompañada de un gruñido, para después irse corriendo por las oscuras calles de Nashville.
Respiré tranquila al fin.
—¿Están bien? —AmDeli corrió hacia nosotras. Me giré a Rue y la observé. La pequeña tenía mucho miedo, sus delicadas y pequeñas manos estaban temblando, así que se las tomé para darles un poco de mi calor. Me puse de cuclillas para estar a su altura y la miré.
—Ya pasó, Rue —traté de consolarla. Estaba segura de que esta pobre niña tendrá algunas pesadillas— Todo está bien.
Había una lágrima solitaria cayendo de su ojo izquierdo.
—M-mi collar —balbucea.
—¿Tu collar es como éste? —AmDeli se pone a la par mía, preguntándole.
Rue asiente al mismo tiempo en que se limpia la lágrima.
—Lo buscaremos, Rue, no te preocupes—AmDeli enciende la linterna de su celular y empieza a alumbrar el suelo, buscando el collar.
—N-no deberíamos de estar aquí, el lobo puede v-volver —su voz sonaba temblorosa.
—No volverá —susurré— nuestros collares nos protegen.
—¿Tu crees? —abrió más los ojos del asombro.
—Así es. Ven, busquémoslo. —tomé a Rue de la mano, encendí mi linterna del celular y me uní a la búsqueda del collar de Rue. Mientras buscábamos en el césped, en la carretera e incluso en algunos matorrales cerca de la casa, miré algo brillar cerca de la alcantarilla. Me acerqué y alumbré: el collar. —Aquí está —les dije. Tomé el collar entre mis manos, dándome cuenta de que era como el de nosotras: un Triskelion con la inicial R detrás de él.
La pequeña Rue también lo tenía.
—Gracias, muchas gracias —me dice Rue.
Salí de mis pensamientos y se lo puse.
—¡Rue! —la llamó alguien desde su casa. Era Simon, al vernos empieza a caminar muy rápido hacia nosotras—¿Qué haces afuera a esta hora? Deberías estar en la cama —regaña a la pequeña.
—Mi collar se perdió pero AmDeli y Liliana me ayudaron a encontrarlo —le explicó Rue.—Y eso no es todo, vino un lobo y ellas me protegieron.
Simon nos mira un tanto expectante.
—¿Eso es cierto?
AmDeli se pone a la par mía, Simon nota a mi amiga y se descompone un poco. Lo pude notar.
—Rue es muy valiente —es lo que le digo.
—Gracias por cuidarla. A las dos —nos dice— Ven, Rue, es hora de ir a la cama.
Rue se suelta de Simon y corre a abrazarme.
—Gracias —es lo que me dice para después irse corriendo a su casa.
—Nos vemos en clases —se despide Simon, yendo detrás de su hermana. Ahora AmDeli y yo éramos las únicas en la calle.
—Le caíste bien a Rue —murmuró ella.
—Las dos la ayudamos.
—Una cosa más: ¿cómo sabías que era Rue? Pudo ser una de sus hermanas ¿recuerdas que son trillizas? —me pregunta.
Fruncí el ceño para mi misma porque ni siquiera lo dudé.
—No lo sé, solo lo supe.
Me sorprendió más bien.
—Lo que me sorprendió es que ese lobo no nos hizo nada.
—Es difícil de explicar pero he notado que es por nuestros collares. De alguna manera nos protegen.
—¿Si?
—Eso es lo que he comprobado —la miré— ¿quieres entrar? —siendo sincera no me apetecía pasar otro minuto más allí afuera.
—Está bien —se encoge de hombros. Las dos entramos a mi casa, encendí la mayoría de las luces y nos sentamos en la encimera de la cocina.
—Mi hermana no dejó nada cocinado —le dije, revisando la nevera. —¿Quieres pizza? —cerré la puerta y me dirigí al teléfono celular.
—Está bien, pero la pagaremos a la mitad.
—AmDeli...
—Es eso o nada.
—¿Cual es el número de la pizzería más cercana? —quise saber.
—Yo la pediré —se levantó, tomó el celular y empezó a marcar algún número. —¿Hola? Si, habla AmDeli. Quiero ordenar una pizza extra familiar. Ajá, con queso y pepperoni. Sí, a la casa número 328 cerca del camino que lleva al lago. Está junto a la casa de Simon. Exacto, en la casa que era de los Moore. Gracias. —AmDeli cuelga y deja el celular en su lugar—Vendrán en media hora.
—¿Quienes eran los Moore? —cuestioné, saliendo las dos de la cocina y dirigiéndonos a la sala.
—Era una familia pequeña que vivió aquí quizás unos veinte años. Se mudaron hace un año. Desde ese entonces esta casa había estado sola.
Nos sentamos en el sofá.
—¿Vemos una película? —me pregunta.
Parpadeé varias veces y asentí.
—¿Cual veremos? —tomé el control y encendí el televisor. Era más o menos grande, mi hermana se había encargado de traer todos los muebles de nuestra antigua casa.
—Alguna serie.
Puse Netflix y empecé a pasar las series.
—Teen Wolf —dice, la miré arqueando una ceja— ¿crees en los hombres lobo?
Sentí algo cuando dijo eso, pero la ignoré.
—No —respondí— ¿quieres ver esa?
—Sí, veámosla.
—De acuerdo. —di click a la serie y me acomodé en el sofá.
•
—Es tarde, me tengo que ir ya —AmDeli se levanta y tomó su bolso.
—Ni siquiera vino el de la pizza —me quejé. Habíamos visto casi cinco episodios de Teen Wolf y a decir verdad estaba interesante.
—Quizás no encontró la dirección.
Abrí la puerta y AmDeli salió.
—Gracias por todo, Lev, te veré mañana en clases —se despide.
—Adiós.
AmDeli se va, perdiéndose en las oscuras calles de Nashville. Cerré la puerta y la aseguré. Ahora estaba sola de nuevo en mi casa. A pesar de que tenía hambre me senté de nuevo en el sofá y puse play a la serie. En eso, el timbre fue tocado.
—¿Qué se te quedó, AmDeli? —me puse de pie y me dirigí a abrir la puerta.
Pero no era AmDeli, era un repartidor de pizzas.
—Oh, creí que no vendrían —fue lo que le dije.
El chico era alto, usaba el uniforme de la pizzería y una gorra roja. Pero este chico era muy serio e incluso me dio como miedito.
—Aquí tienes —le dije, dándole el dinero. Tomé la caja de pizza sin quitarle la vista al chico.
—¿A qué le tienes miedo? —me preguntó el chico.
—¿Disculpa? —me sorprendió el que me haya dicho eso, había escuchado lo mismo pero de Konan Mayer.
El chico se giró y caminó lentamente. No esperé a más: me encerré en mi casa, dejé la pizza en la mesita cerca del televisor y miré por la ventana: el chico ya no estaba.
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