Por eso Adán nunca había salido con ella. Hasta Óscar solo había visto a Lina dos veces.
Una, porque Adán olvidó llevar un documento y Lina, quien tenía miedo de que podría afectar su trabajo, se lo llevó a su oficina. A pesar de que Adán la trató de forma muy fría y ella se sintió decepcionada, no se quejó. «En verdad lucía muy obediente y sensible».
En la segunda ocasión fue en el banquete de cumpleaños del Gran Señor Peralta, Genaro. Además, por coincidencia era el segundo año de matrimonio de ellos dos. Pero era evidente que no todos en la familia Peralta la trataban con gentileza porque nadie se molestó en presentarla con nadie.
Esa noche, Lina no era diferente a una sirvienta de la familia Peralta. A pesar de que corría de un lado al otro ayudando, nadie lo apreciaba. Por el contrario, pensaban que era irritante y entrometida.
Después de eso, solo se quedó en una esquina mientras se enfrentaba a las burlas de todos. A pesar de esto, ella no se quejó y solo agachó su cabeza mientras se alejaba más del evento.
Según Óscar recordaba, la esposa de Adán era alguien a quien podía molestar ya que no replicaba incluso si estaban abusando de ella.
«Esa feroz mujer no puede ser ella».
Adán seguía sin habla y miraba hacia donde Lina había ido.
Tosiendo un poco, Óscar cambió de tema.
—Me encontré con Javier en la entrada.
—¿Quién? —preguntó Adán.
—El editor en jefe de la Revista Lux.
—Creo que lo conozco.
En vista de que Grupo Peralta había trabajado con ellos algunas veces, Adán conocía al editor en jefe.
—Javier me dijo que encontró a Mance. Si todo sale bien, se convertirá en la diseñadora de su revista. ¿Recuerdas quién es Mance, no?
—No.
«¿Por qué debería recordar gente que no tiene nada que ver conmigo?».
Así, le explicó a Adán.
—Entonces, al menos deberías recordar sobre el Séptimo Concurso del Diseñador Emergente que patrocinaste hace tres años, ¿cierto? Mance ganó el primer lugar ese año. En un principio, tu compañía la habría patrocinado para que siguiera estudiando en Adagio. Pero por alguna razón desconocida, renunció a la oportunidad.
»Escuché que encontró a la persona a cargo del concurso y les pidió que le dieran el dinero en efectivo en lugar de un patrocinio. No obstante, lo rechazaste después de que la persona encargada te preguntara. Ella se desvaneció después de eso. Qué mal, en verdad tenía talento para el diseño.
Adán enfocó su mirada en Óscar poco a poco, estaba pensando en algo más y no escuchó nada de lo que dijo.
—Oh, no lo recuerdo.
Cuando las damas regresaron, era obvio que Javier pudo sentir el mal humor que tenía Lina después de la cena.
En vista de que habría sido incómodo preguntarle de forma directa alzó una ceja mirando a Sara para inquirir.
Pero ella sacudió su cabeza un poco para indicarle que era difícil de explicar.
Javier estacionó el auto en la entrada del apartamento de Sara y exclamó:
—Señora Mancera. Ansío que venga y espero que podamos lograr una fructífera colaboración.
Lina, quien se había calmado un poco, recobró la compostura y asintió:
—Gracias, Señor Manzón. Trabajaré duro para usted.
El editor sonrió y continuó:
—Entonces ya no le quitaré más tiempo. Váyase. Los veo después.
Cuando llegaron a casa, Sara comenzó con la conversación:
—¿Nina, estás enojada por aquellos dos?
Un poco perdida en sus pensamientos, Lina reaccionó hasta después de algunos segundos:
—No. Estaba pensando en el diseño.
El tema que Javier le dio fue «el primer amor», Sara le dijo que esa era la primera cosa que lanzarían después de que firmara como diseñadora porque intentaban penetrar a la demografía de la juventud.
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