¡Papá compró una humana! romance Capítulo 20

Sentí como algo se había roto dentro de mi y no era precisamente mi corazón. Quizá era mi cordura.

El dolor de mi tobillo quedó olvidado y mi respiración seguía estable después de cada una de las batallas que libré alrededor de todo el territorio. No sabía qué era lo que veían los lobos de esta manada en mi cara, pero noté que cuando llegaba a interrumpir sus batallas, ellos solo se apartaban.

Giré, esquivé y maté a cada jodido lobo que se atravesó en mi camino.

-Los lobos que acaba de matar, pónganlos a un lado. – Dijo una voz a mi espalda.

Lo ignoré, estaba en una misión. Con cada nuevo lobo caído mi mente se aclaraba un poco más.

¿Por qué siempre me había mantenido al margen de la manada? Trabajaba para ellos, vivía con ellos, me trataban con respeto, cuidaba de sus hijos… ¿Por qué no les había permitido acercarse a mí?

Nadie, con excepción de Chase, sabía de mi pasado y aun así me aceptaron de una forma que no había querido entender o analizar. Así que probablemente esa fuera la razón por la que me encontraba caminando por el territorio como un jodido ángel de la muerte.

No dejaría que nadie volviera a tomar un pedazo de mí; los humanos lo hicieron después de matar a mi abuelo y durante mi cautiverio: Tomaron mi libertad, mi seguridad y mi futuro. Bastián y su manada tomaron mi autoestima.

Y alguno de estos bastardos había tomado la vida de alguien a quien yo amaba. No de nuevo, nunca más. Ya no era la pequeña niña asustada que no podía defenderse, era una chica lista para no solo defenderse a ella, sino a cualquier futuro que escogiera tomar.

En este momento, mi amiga me había dado una razón para pelear. Así que eliminaría a cada uno de ellos para vengar su recuerdo.

-¿Alguien sabe dónde se encuentra el Beta Edson? – Preguntó uno de los lobos a los que había salvado de un grupo grande de lobos. – Supongo que alguien debe de avisarle que a su humana le sucede… algo.

-En cuanto consiga su objetivo, se calmará. – Dijo otro lobo. - Limítate a hacer a un lado los cadáveres que vaya dejando a su paso; ¿Saben algo de los otros sectores?

-Creo que la invasión ha terminado; no se esperaban tanta… resistencia. – Dijo otro lobo mientras terminaba con el último lobo enemigo del grupo.

-Supongo que no.

Dejé atrás a los guardias y seguí mi camino hacia la siguiente casa, la siguiente calle y el siguiente objetivo.

No sé cuánto tiempo me dediqué a esquivar y matar lobos hasta que escuché una voz conocida.

-Ya no queda nadie, Rose. – Dijo suavemente. Giré mi cuello ligeramente para verlo. – Has pasado por aquí al menos cuatro veces en la última hora, ¿Podrías bajar eso para que pueda acercarme y ver si algo de esa sangre es tuya?

Parpadeé y miré mis manos. De alguna forma había levantado mi arma sin darme cuenta y apunté directamente hacia su corazón. Bajé lentamente mi lanza y le permití acercarse.

El viento soplaba y mi cabello bailaba con él. Desvié mi vista para enfocarla en el cielo; la noche había llegado.

-¿Te duele algo? – Dijo tocando superficialmente mi cuerpo.

Yo negué con la cabeza.

-De todas formas, ¿Qué te parece si vamos a la clínica a que te echen un vistazo? Tienen un poco de trabajo pero estoy seguro de que… ¿A dónde vas?

Yo ya me había dado la vuelta y caminaba hacia la escuela; tenía que comenzar a sacar algunos colmillos.

-¿Podrías conseguirme alguna cuerda o hilo lo suficientemente resistente como para hacer un collar?

No reconocí a la dueña de esa voz, pero en vista de que expresaba exactamente lo que yo quería, me imaginé que era mía: Hueca, fría e impersonal. Justo como me sentía en este instante.

-En este momento tengo trabajo que hacer, pero le pediré a alguien que te lo consiga. – Dijo siguiéndome. – Tus… presas han sido recolectadas y apartadas. No hemos tenido oportunidad de comenzar con la recolección de cuerpos de nuestra manada, así que todavía se encuentran en el lugar en el que perecieron. Nos hemos ocupado principalmente de los vivos.

-Eficiente. Dime, ¿Dónde están mis presas? – Dije desinteresadamente.

-Junto al cuerpo de tu amiga.

Me alejé sin darle las gracias a Edson. Tampoco le pregunté cómo m****a sabía lo que quería hacer o lo que sea; en este momento no era importante.

Cuando llegué al lugar me di cuenta de dos cosas: Uno, que había un montón de cuerpos apilados por aquí. ¿Cómo es que no lo noté en mis múltiples rondas?; y dos, que alguien había cubierto con una sábana de flores el cuerpo de mi amiga, pero dejando al descubierto su cara. También había una almohada muy femenina debajo de su cabeza.

Sin más, me dirigí hacia el primer lobo y comencé a golpear su hocico con fuerza hasta que perdió algunos dientes; tomé únicamente un colmillo y continué hacia el siguiente lobo.

Hubo un momento en el que me fue difícil sostener mi arma y golpear al mismo tiempo con el puño lleno de dientes, así que fui depositándolos con cuidado a lado del cuerpo de mi amiga.

Terminé con el último y giré para depositar el diente final; ahí ya me esperaban un par de lobos con caras solemnes. Los ignoré y me arrodillé cerrando los ojos.

-El Beta Edson nos pidió que te diéramos esto, Rose. – Dijo una voz rompiendo la tranquilidad de la noche.

-Solo déjenlo ahí. – Dije en voz baja.

-También nos pidió que te dijéramos que al amanecer será la ceremonia para honrar a nuestros muertos; no estoy seguro si sabes de qué se trata así que…

-Lo sé. Estaré lista.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que volví a abrir los ojos; me encontraba sola.

Me levanté solo para tomar el hilo que habían dejado atrás los lobos y luego regresé con Lucía para comenzar a atar dientes ensangrentados.

-No necesito ir a la escuela o lo que sea para hacer lo que me gustaría en el futuro. – Dije mientras mis dedos trabajaban. – No te lo dije antes porque me siento avergonzada por ser una humana muy simple, pero me gustaría tener una casa con un basto terreno en donde pueda sembrar filas y filas de maravillosas flores. Yo… quiero hacer arreglos florales, Lucía. Las flores me recuerdan a mi madre.

Capítulo 20. El Lamento de la Luna. 1

Capítulo 20. El Lamento de la Luna. 2

Capítulo 20. El Lamento de la Luna. 3

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