Lizbeth
Alejo mi mirada del hombre a mi lado después de decir todo lo que he estado pensando, me digo a mí mismo que he cumplido con mi deber al decirle lo que pienso con respecto a Lucas y continuo organizando el absurdo archivador con el que he sido castigada.
Me di cuenta de que a mi nuevo jefe no le gustó que cuestionara sus estúpidos e incorrectos métodos. He pasado toda la tarde escribiendo historiales médicos que ni siquiera me dieron la oportunidad de ir a almorzar.
Pensé que tendría la posibilidad de irme a casa cuando termine de transcribir los archivos, pero eso simplemente fue un anticipo. Ese molesto médico me pidió organizar su estante a las tres de la tarde, me advirtió de que no saliera del hospital hasta que estuviera perfectamente organizado.
Paso la mano por mi cabello, sintiéndome un poco mareada por la colonia masculina que sigue flotando en el habiente, mi molesto esposo sigue organizando las carpetas a mi lado y me parece hilarante que el director de este hospital este sentado a mi lado en el suelo organizando carpetas.
—Señor Mark, puede irse, trataré de ir a casa temprano.
—No puedo dejarla aquí — responde él — quieres que Lucas y Lucía crean que no vas a volver a casa.
Pensar en los niños me hace sentir un poco infeliz, me digo a mí misma que solo necesito dos meses para terminar la carrera. He presenciado este tipo de tratos de los doctores con los pasantes, lo he vivido más de una vez, así que organizar estas carpetas o transcribir documentos es simple.
—Puede decirles a los niños que tuve que quedarme un poco más — lo miro — además, Lucas dijo que quería ir al parque de atracciones, usted podría llevarlos.
—Podemos ir juntos si termina pronto.
Responde él haciendo que no pueda evitar mirarlo a los ojos, su sensual rostro no muestra ninguna expresión, pero por algún motivo mi absurdo corazón late irregular ante la idea de ir con este sexy hombre pro ahí mientras cuido de sus pequeños niños.
¡Exactamente, cuidar de sus hijos!
No le agrado, él no me agrada y sería una absurdez pensar que podría haber algo más aquí que un trato comercial. Niego con mi cabeza para que esos absurdos pensamientos desaparezcan, pero el hecho de no haber comido se hace presente avergonzandome cuando mi estómago gruñe sonoramente en la silenciosa habitación.
—¿Tienes hambre?
Murmura el hombre a mi lado cuando ambos miramos a mi estómago, no sé qué decir, así que simplemente me encojo de hombros como si no tuviera importancia.
—No he tenido oportunidad de comer desde la mañana, pero puedo esperar un poco más.
—No debería dejar de comer — murmura poniéndose en pie — traeré algo para usted y cuando termine la llevaré a casa.
—No es necesario, además, si lo ven entrar aquí podría haber rumores y tengo suficiente con que me odie el hombre que me dará una puntuación.
—No hay casi nadie en esta área, solo iré a la máquina expendedora al final del pasillo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!