Lucía
Me detengo a mirar alrededor de la sala de estar de mi vecino mientras espero a que la cena esté lista. Su hija tarda unos minutos en el baño antes de venir a mí para que le haga un peinado Me siento tan cómoda haciendo esto que me cuestiono realmente cómo fui capaz siquiera de venir a casa de mi vecino.
Mi perro también parece muy complacido con la alfombra de piel frente a la chimenea que decora este salón. Me pregunto cómo se sentirá estar frente a ella cuando llegue verdaderamente el infierno y admito que sería bonito vivir ese momento con alguien como Roger.
Puede que sea una locura que diga esto, pero mi vecino es mucho más agradable de lo que pude pensar y lo que me hace sentir me preocupa, pero no puedo dejar de sentirlo. Termino de peinar a la niña sentada en mi regazo antes de que esta tome el control de la televisión para poner algunos dibujos animados.
Me siento un poco mal por solo estar sentada aquí, así que camino hacia la encimera que divide la sala de la cocina e incluso ese lugar es bonito, está enchapado en madera y las láminas de granito negro que la decoran combina a la perfección con el resto de la casa.
—¿Necesita algo?
El hombre con un delantal del otro lado de la encimera me mira con genuino interés, niego antes de mirar alrededor para encontrar alguna cosa que hacer. Pero como no la hay, simplemente pregunto directamente.
—Quiero ayudarte un poco, no quiero quedarme simplemente esperando a que esté la cena.
—No necesito ayuda, de verdad — dice él — solo siéntese en la sala hasta que la comida esté lista.
—No me sentiría bien haciendo eso — tomo una de las banquetas para sentarme — qué tal si le enseño algunas palabras mientras esperamos la cena.
—Claro, si eso quiere… — camina hacia el refrigerador — pero permítame servirle un poco de vino.
—¡Oh!, muchas gracias.
Sonrío mientras me quedo embobada cuando él comienza a descorchar la botella, su camisa remangada me deja ver como los músculos de su brazo hacen fuerza para conseguirlo y siento que mi vientre salta de deseo cuando maniobra perfectamente para servir con pericia las copas de vino.
—Este vino es cultivo personal — me cuenta — lo hice hace unos seis años , espero que le guste.
—¿Sabes hacer vino? — comento impresionada — eso sí que es una sorpresa.
—Mi padre me enseñó — dice antes de dar un sorbo a su copa — era su pasatiempo favorito.
—Oh pensé que comenzó en la fotografía porque era algo en su familia.
—La verdad es que no — me dice — mi padre amaba el vino y mi madre… Bueno, mi madre solo… Solo me obligaba a ser como ella creía que debía ser.
—Mis padres nunca me obligaron a nada — bebo del vino que realmente sabe muy bien — en realidad, estudié enfermería por complacer algún tipo de capricho interno, pero me di cuenta de que no era lo mío cuando vi a un sujeto llegar con una pierna rota y la otra destrozada — hago una mueca ante ese recuerdo — después comencé a tomar en serio la pintura y… — recordar que justamente en esa época conocí a mi profesor me hace sentir amargada — terminé siendo bastante buena.
—Realmente lo es — dice él mientras corta algunas verduras — ahora que vi sus dibujos puedo afirmarlo.
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