Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 38

Maratón 1/2

Dante:

Entro por las enormes puertas de cristal del frondoso edificio de treinta plantas, siendo consciente de las miradas que se fijan en mi; elevo mis labios en una sonrisa maliciosa sintiéndome más que satisfecho de ser el causante de muchos suspiros.

Me arreglo el traje, eliminando las pequeñas arrugas que se han creado en algunas partes; mientras con lentitud paso las manos por mí cabello, a la vez que prosigo caminando a paso seguro, logrando escuchar a las mujeres suspirar a mí paso.

Sé que estoy más que bueno, es algo que no me lamento de ser nunca lo haré; pero están las ocasiones en las que me hace sentir algo raro y más desde que conocí a la rubia.

«Joder que bien se siente saber que soy el tío más bueno del mundo»

Amo ser egocéntrico, gilipollas, un cabronazo, amo ser como soy y nada ni nadie me va a cambiar.

La enorme recepción posee algunas plantas de todo tipo, el suelo es de mármol negro, las puertas son de cristal polarizado, con dos hermosas secretarías en la enorme recepción con las iniciales en dorado.

Me acerco a la recepción donde se encuentra una hermosa pelinegra de ojos verdes cautivadores, pero un poco escuálida. Ella levanta la mirada de su computadora y se queda pasmada en el momento que me ve, me la imagino pensando cosas no muy dulces. Le muestro una sonrisa cautivadora, recibiendo un sonrojo de su parte.

—Soy Dante Vivaldi; estoy aquí para ver a los accionistas —no me deja terminar cuando asiente y sale de detrás del enorme escritorio señalándome el camino—, después de usted —le digo fingiendo ser un caballero, ella asiente pocisionandose delante de mí.

Comienza a mover sus pequeñas caderas de una manera provocadora y yo aprovecho para observar de forma descarada su trasero.

«El de Pía está mucho más delicioso»

Descarto ese pensamiento en el momento que llega a mí, ya que en menos de lo pensando el malestar por lo dicho el día de hoy me carcome la cabeza, junto a su rostro dolido por mis palabras que es otro causante de mi malestar.

Las puertas del elevador se abren y ella me señala el interior para adentrarnos juntos. Presiona el piso quince y las puertas se cierran, pero antes logro ver cómo otra muchacha la sustituye.

Ella está delante y yo justo a sus espaldas disfrutando la hermosa vista. No dudo lo que haré y aprovechando que nos quedan bastantes pisos por ahora tomo su mano de forma brusca y la jalo contra las paredes frías de aquel elevador.

Ella no pone ni una pizca de resistencia y eso es lo que me la pone a mil. Me coloco a sus espaldas y corro su largo cabello hacia un lado, mientras acerco mis labios a su cuello.

—¿Quieres que te folle aquí mismo? —le susurro con voz ronca y provocadora en su oído derecho, sintiendo como se vuelve gelatina bajo mi toque.

Bajo mi mano a sus piernas y la voy subiendo con una calma que desespera a cualquiera. Echo las bragas de encaje a un lado y siento como sus piernas comienzan a temblar cuando coloco mis dedos en su punto sensible.

La humedad que libera su entrepierna me la pone mucho más dura y solo pienso en follarla sin temer nada. Comienzo a realizar movimientos en círculos entretanto beso sus cuello y le susurro cochinadas excitandola de sobremanera.

Ella se gira dejando mi movimiento en el aire y estampa sus labios encima de los míos. Coloco mis manos en su trasero levantándola en el aire, mientras ella enrolla sus piernas en mis caderas y sus manos en mi cuello.

Nuestro beso se vuelve demandante, adictivo, sensual. Muerdo, lamo y succiono su labio inferior degustando su sabor dulce; agarro con una mano su cabello y se lo jalo ocasionando que me deje su cuello al descubierto.

Los chupo y muerdo con dureza. Los gemidos de los dos no se esperan y con mí miembro más duro que una piedra abro mi cierre y de una forma lenta voy acariciando su clitoris.

—Por favor —suplica la chica con su cara pegada a la pared y mi miembro adentrándose de forma lenta y cruel.

—Soy yo el que manda; no te apresures —demando para que sepa que siempre tendré el control.

Tomó uno de mis preservativos y me lo coloco en mi compañero, y mi mirada se cruza con la de la chica cuando de manera descarada se queda fija en mí pene erecto, mientras se muerde sus labios de una manera pícara. Unos segundos después con cuidado de no lastimarnos a los dos adentro mi gran verga en su vulva.

Siento como las paredes se contraen y van acoplandose a la inmensidad de mi miembros viril. Ella se pone en cuatro sosteniéndose de la pared; yo con una mano agarro su cadera, y con la otra su cabello ocasionando que arquee su espalda dándome un mejor acceso.

Mis embestidas aumentan a más fuertes sintiendo como los fluidos vaginales de aquella chica se liberan y mi miembro responde de manera automática. Mis músculos se contraen y nuestros cuerpos liberan gotas de sudor que bajan por todo nuestro cuerpo; la fricción y los fuertes gemidos de aquella mujer me me van ayudando a liberar la calentura que llevaba soportando desde el pequeño incidente.

Nuestras respiraciones se van volviendo apresuradas y mis latidos aumentan con prisa. Agarro su cabello con más dureza y voy aumentando la velocidad cuando veo que sus piernas comienzan a temblar y a mí todavía me falta por llegar.

No dudo más y con unas fuertes embestidas me vengo en su interior, liberando todo lo que llevaba guardando desde la mañana, le doy una leve nalgada y salgo de su interior. Me arreglo mi traje y paso la mano por mí cabello peinando con cuidado mis hebras castañas, mientras el preservativo lo envuelvo en una toalla desechable que preservaba en mi traje.

La puertas se abre y la joven se adelanta saliendo antes que yo, haciendo que yo la siga. Paso la lengua por mis labios recordando el buen sexo que acabo de tener en aquel elevador.

Los elevadores para mí eran los mejores lugares para tener buen sexo. Me abre la puerta de una enorme oficina donde estaban mi secretaria y muchos de los accionistas con quiénes haríamos el trato.

Aquella habitación tenía una capacidad para millones de personas; la mesa no decía lo contrario. Las puertas son de cristal con cortinas que impedían ver su interior. Todos se ponen de pie, a la vez que yo los saludo con expresión neutral, para segundos después volver a mí puesto.

La chica pelinegra se da la vuelta y antes de que saliera me dio una servilleta con su número. La guarde en mi pantalón y me preparo para hacer el negocio.

—Buenos días; gracias por aceptar tener esta reunión con nosotros —todos asienten tomando asientos—, en esos portafolios que les esta repartiendo mi secretaria están todos los planes de inversión de billones de dólares que tenemos preparados con las empresas suiza y japonesas.

Me levanto de mi asiento y me acerco a la enorme pantalla de 64 pulgadas que está en la sala mientras se enciende, apareciendo los datos y las gráficas.

»Estamos seguros de que este plan de inversión es el mejor ya que; como ven, el índice indica que vamos subiendo a lo que popularidad se refiere y eso es un punto a nuestro favor; lo demás es que las personas están dando muy buenas opiniones sobre nuestro servicio«

Las reunión va avanzando y todos me miran con ojos se asombros; no lo puedo negar, este es mi talento nato; los negociaciones. Continúan me plantean sus dudas y lo que desean cambiar, haciendo que logré convencerlos y terminemos de manera satisfactoria.

Nos estrechamos las manos y salimos todos de aquel lugar con un trago muy bien cerrado. Me subo al elevador junto a mi secretaria y tomo mi teléfono en el momento que las puertas se cierran llamando a mi jefe de seguridad.

Capítulo 38: 1

Capítulo 38: 2

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