Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 40

Dante:

Abro mis ojos y logro ver el hermoso rostro de la rubia que me está volviendo loco.

La calma con la que se ve cuando duerme le da esa semejanza al ángel que es. Mí polla como siempre está en pleno apogeo, así que me levanto con rapidez, pero tratando de no despertarla y recojo mis cosas saliendo de la habitación.

Le dejo una pequeña nota y planto un beso cálido en su cabeza. Aquel acto me sorprendió más a mí que a ella que estaba en un sueño profundo.

Salgo de la habitación teniendo cierto parentesco con la pantera rosa y con prisa entro a mí habitación. Lo primero que hago es adentrarme en mi cuarto de baño deshaciendome de toda la ropa que queda cubriendo mi cuerpo con el olor de Pia impregnado en sus tejidos.

Me adentro por completo dentro de la ducha, girando la pileta que me permite apreciar como el agua caliente baja, mojando cada músculo de mis tenso cuerpo.

Paso mis inmensas manos por mi cabello moviéndolo de un lado a otro. Tomo el jabón líquido, esparciéndolo por cada parte de mi suculenta anatomía.

De un momento a otro siento unas manos femeninas que comienzan a tocar cada parte de mi, acelerando mis latidos, endureciendo mi miembro viril, para dar paso a mí agresividad. Giro mi cuerpo y estampo a aquella mujer de cabellos rubios con una máscara en su cara que no me deja ver bien su rostro contra las frías lozas dejando que su espalda sienta esa frialdad.

Coloco las manos de las chica encima de su cabeza y detallo a la perfección sus curvas, siento que la reconozco de algún lado; mi suposición de que sea Pía queda en el aire cuando por inercia dirijo mi mano a su cabello y veo que lo que trae es una peluca. Su cabello pelirrojo cae en cascada libremente cuando le arranco aquel cabello falso y lo alejó lo más que puedo.

—Extrañaba esa agresividad que siempre te cargas —sin dudar y con unas ganas que sabía solo ella era capaz de quitarme en estos momentos estampé mis labios encima de los suyos.

El caliente chorro del agua solo aumentaba mi calentura. La alce en brazos y pegue su espalda de forma brusca a las lozas de aquella ducha.

Sus labios se movían de una forma agresiva y necesitada, mis manos no dejan su trasero y aunque conocía a la perfección que había sido una muy costosa cirugía, había quedado muy bien hecho; sus manos estaban en mi cuello halando algunas mechas de mi cabello castaño.

Sin darle mucha rienda suelta, la coloco en cuatro y la empotré contra la fría pared de aquel lugar. Mi miembro viril sentía las contracciones que emitía las paredes de su vulva solo con absorber mi pene erecto de gran tamaño.

La pelirroja gime con sus enormes deseos de liberar sus fluidos pero yo continuo dándole sin temor, sin compasión. Agarro su cabello de forma tosca ocasionado que eche su cabeza hacia atrás y arquee su espalda.

Mis testículos se estrellan contra su vagina, mi glande se siente cada vez más con las ansias de liberarme. El látex evitaba que lograra sentir en su totalidad las contracciones que llega a emitir la vulva de aquella pelirroja.

Mis músculos están tan tensos que siento que puedo llegar a explotar en algún momento. Tenía estás ganas desde ayer, anhelaba follar y liberar la calentura que había estado soportando el día anterior.

La imagen de la rubia aparece en mi cabeza y la mantengo ahí. Muerdo mi labio inferior y continuó embistiendo como todo un semental.

Mi verga es gruesa, grande y posee una resistencia de los demonios. Mis latidos están apresurados y debo abrir los labios para liberar ese aire que estaba en mi garganta.

—¡Ohh, si, sí! —gime la pelirroja recibiendo mis duras embestidas con sus manos en la pared sosteniéndose.

—¿Te gusta que te follen así? —mi tono es ronco y sensual, la calentura me está llevando a un punto alto.

Mi cuerpo suda y siento más calor en el ambiente.

—¡Si Dante, amo que me folles! —exclama ella moviéndose intentando recibir más placer.

Continuó con mi cometido dándole tan duro que siento la fricción y sus paredes de van contrayendo poco a poco dándome a entender que su orgasmo está por llegar. Agarro su cabello con más dureza y prosigo.

Logro escuchar el click de la puerta pero no me preocupo, Pía no sería capaz de entrar.

Los gemidos de la pelirroja aumentan u siento como todo su cuerpo comienza a vibrar con un orgasmo placentero; sin tardar más a tras le sigo yo. Salgo del interior de aquella chica y deslizo el látex lejos lanzándolo a la basura después de hacerle un nudo. La pelirroja se gira y enrolla sus frases en mi cuello con una sonrisa coqueta en sus labios.

—¿Me extrañaste? —cuestiona y yo solo deslizo sus manos fuera de mi cuerpo, le doy la espalda y me centro en volver a limpiar mi cuerpo de sudor.

Ella se posa en mí espalda mientras siento como el agua va cayendo por todo mi cuerpo, alejando la suciedad de mi piel. Coloca sus manos en mi abdomen y yo las alejo mostrando un gesto neutral que ella comprende en segundos.

—Uy que gruñón —dice y sale envolviendo el albornoz que queda de sobra en el baño.

Ella permanece sentada en el lavabo esperando a salir conmigo. Salgo y me voy envolviendo mi cintura con mi toalla azul Prusia.

—Amo cuando tenemos sexo —comenta ella y yo solo la ignoro.

Levanto la mirada y los enormes ojos azules que me escanean con sus mejillas sonrojadas me toman por sorpresa; su mirada se queda en mis ojos marrones y yo continuo con la misma expresión de siempre.

—¿Desayunaste? —pregunté a la vez que pasé la mano por mí cabello.

—Si —responde ella hasta que su mirada se cruza con la de alguien a mis espaldas.

Siento unas manos que se enrollan en mi cintura y es cuando recuerdo que aquella chica de cabellos rojos todavía continuaba en mi habitación. Los ojos casi verdes de la rubia se mueven entre la chica que se mantiene con sus manos en mi cintura y yo.

Coloco mis manos encima de las de la joven y las alejo de mi cuerpo por segunda vez. Ella resopla pero se dirije a dónde esta el carrito con el desayuno.

—¿Quién eres tú? —cuestiona la pelirroja tomando una fresa con chocolate acercándola a sus labios y percibo en la mirada de Pía un atisbo de maldad que no había visto antes.

—Soy su esposa; mucho gusto —le extiende su mano con una sonrisa maliciosa en sus labios mientras la pelirroja que es mucho más perra que aquella chica le sonríe de forma falsa.

—¿Segura? —pregunta Glinda con una sonrisa de oreja a oreja; Pía asiente y se acerca a mí pero se queda en shock al escuchar lo último que dice la pelirroja—, ¿Entonces por qué acaba de follar conmigo en el baño?

La rubia se muestra dudosa de lo que dirá, pero luego se dirije a mí, dejando un pico en mis labios casi imperceptible y sonríe; sonríe como si la vida se le fuera en ella pero de una forma maliciosa dejándome, sin entender nada de lo que sucede aquí.

Capítulo 40: 1

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