Varias fotos llegaron a su teléfono.
En las imágenes, Raimundo lucía impecable en un traje negro hecho a la medida, con un pañuelo elegante en el bolsillo del saco. Del brazo llevaba la mano blanca y delicada de Selena, que vestía un vestido largo y sofisticado, su cabello recogido con un broche elegante, rebosando una aura de dulzura y serenidad.
Parecían la pareja perfecta.
A Estrella le dolía el pecho. Ella seguía en el hospital recuperándose de la pérdida de su bebé, y él ya estaba acompañando a Selena al Odisea Olfativa Privada.
Y ese vestido…
El color perlado y luminoso del vestido resaltaba entre la multitud. No era cualquier prenda; costaba una buena cantidad de dinero.
Ese era el vestido que Estrella había encargado para usar en el Odisea Olfativa Privada, diseñado y confeccionado especialmente para ella por Rebeca, quien se tomó más de medio mes en dejarlo perfecto.
Apenas hace unos días, Rebeca le había avisado que el vestido ya estaba listo. Si no fuera por el accidente, Estrella lo habría recogido el día anterior.
Ahora, el vestido estaba en el cuerpo de Selena.
No necesitaba adivinar. Seguramente era una jugada de Raimundo.
Mordiéndose los labios, Estrella se levantó de la cama y le mandó un mensaje a Rebeca: [Voy para allá. Por favor, dile a tu gente que me lleve otro vestido al hotel.]
Rebeca contestó de inmediato: [Listo.]
Media hora después, Estrella llegó al hotel donde se celebraba el Odisea Olfativa Privada. Rebeca ya la esperaba en la entrada.
Al verla, Rebeca se asustó.
—Estrella, ¿qué te pasó? ¡Te ves fatal!
Estrella no ocultó nada y le contó lo de la pérdida del bebé.
Rebeca se encendió de coraje.
—¡Esos dos desgraciados! ¿Cómo se atreven a tratarte así? Vente, yo te ayudo a desquitarte.
Estrella la detuvo, agradeciendo el apoyo, pero había cosas que solo ella podía enfrentar.
—Primero me cambio. ¿Me ayudas con el maquillaje?
El rostro distinguido de Raimundo mostraba una pizca de sorpresa.
—¿Qué haces aquí?
Estrella ni siquiera lo miró. Fijó la vista en Selena, con un tono tan cortante que helaba:
—¿Así que para venir a la fiesta, la señorita Olivares tiene que robarle el vestido a otra persona?
El color subió de golpe a las mejillas de Selena. Avergonzada, ni siquiera podía levantar la mirada.
—Hermana, es que el vestido que tenía se manchó y Rai le pidió el vestido a la señorita Solano prestado.
Rebeca rodó los ojos sin disimulo.
—Yo jamás acepté. Fueron ustedes los que lo tomaron a la fuerza. Si hubiera sabido que Raimundo quería el vestido para ti, ni loca se lo hubiera dejado llevar.
Resulta que, al no poder localizar a Estrella, Rebeca fue al evento con el vestido en mano. Raimundo la vio y, sin más, se lo intentó arrebatar.
Rebeca no aceptó prestarlo, pero Raimundo lo tomó de todas formas. Ella pensó que era para Estrella y por eso no hizo escándalo. Más tarde, al ver que Selena era quien lo usaba, todo le quedó claro.

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