Narra Rohan
Horas antes de viajar a México…
Me paso horas en el trabajo tratando de resolver todos los conflictos que repentinamente aparecieron.
Me duele la cabeza de pensar que esto solo es un poco comparado a lo que me espera, necesito prepararme para la próxima vez, porque hoy, realmente fue un milagro que encontráramos solución.
Y aunque aún faltan algunos asuntos por tratar en las empresas, tengo algo más importante que hacer.
Me subo a la camioneta y mis hombres manejan directo a la mansión. Necesito darle solución a todos mis problemas antes de irme a México, y solo me quedan horas para eso.
Bajo rápidamente de la camioneta y voy a mi oficina. Me aseguro de cerrar con llave la puerta y camino al armario que tengo aquí.
Saco las cajas que necesito y revisó todo de nuevo.
Definitivamente podré alejar a Adriana de mi con todo esto. La verdad me sorprendí cuando leí todo esto de ella. Simplemente es una persona repugnante.
Alguien golpea mi puerta y rápidamente guardo todo nuevamente, no quiero que Tamara vea todo esto.
─Cosita hermosa, soy tu amorcito favorito ─Agustín habla del otro lado con una voz melosa.
Le abro la puerta y entra con una sonrisa y un traje de baño negro en su mano. Antes de dejarlo hablar, niego.
─Solo será un rato, hace mucho que no usamos la piscina y con este clima de mierda, es perfecto.
─Tengo cosas que hacer ─regreso a mi escritorio.
─Puedes terminar con Adriana después de ir a disfrutar un rato entre amigos ─me lanza el traje de baño en la cara.
─Sabes que ya no soporto esto, lo único que quiero, es llegar a México y casarme con Tamara.
─Por cierto, ve a invitarla, sirve que le propones matrimonio en la alberca y así evitar ser golpeado o rechazado mañana.
─Está bien ─tomo el traje de baño y salimos de la oficina.
Agustín sale directo al jardín y yo subo las escaleras para cambiarme y de paso hablarle a Tamara.
En mi habitación, no tardo mucho en quitarme lo que traigo encima y ponerme el bañador negro.
Aun con dolor de cabeza, entro a la habitación de Tamara, pero para mi mala suerte, ella sigue dormida.
Al verla desnuda, me doy cuenta de que aún no se ha despertado en toda la noche.
Sin poder evitarlo, me acuesto a su lado y la abrazo. Me encanta verla dormir, aunque me gusta más cuando se enoja, pues su cara blanca, se pone como tomate y es tierna de esa manera.
Le lleno la cara de besos, pero sigue sin despertar. Pongo mis manos en su vientre y una sonrisa tonta aparece en mi rostro.
Aún no se que es, aunque perfectamente lo pude averiguar incluso antes que Tamara, ella no quiere saber, por lo tanto, yo tampoco quiero saber.
─No sabes cuanto te amo a ti y a tu madre ─vuelvo a besarle la cara.
Quisiera quedarme aquí, a su lado todo el día, pero aun tengo cosas que resolver.
─Te prometo que hoy todo cambiará, mañana seremos marido y mujer, y yo te haré sentir la mujer más afortunada del mundo.
Con mi promesa, salgo de su habitación dejándola dormir tranquila. Bajo las escaleras y salgo al jardín, y para mi mala suerte, Adriana está ahí.
─No me mates a mi, fue tu primo el que la invitó ─Agustín llega a mi lado librándose de toda culpa.
─Mejor me voy, Tamara sigue dormida y ya no tiene sentido estar aquí.
─Oye no, aun soy tu mejor amigo y extraño nuestros momentos solos ─lo miro mal─. Está bien, pero prometo no dejarte solo ni un momento con Adriana.
Al final acepto pasar tiempo con Agustín, pues realmente no hemos pasado mucho tiempo juntos.
Es mi mejor amigo y hermano, él junto a Tamara, son las personas con las que disfrutaría pasar el resto de mi vida.
Pasamos la tarde juntos en la alberca, y aunque Adriana intentaba acercarse a mí, siempre la rechazaba.
Después de un rato, decidimos alistarnos para la cena, por lo que subí a ducharme y ver a Tamara, pero ya no estaba en la habitación.
Bajo a buscarla y al único lugar al que pudo ir una embarazada recién levantada, es a la cocina, ya que si no es estar dormida, es estar comiendo.
Me acerco y al escuchar música, solo confirmo que Tamara está ahí, ya que las mujeres de este país, nunca se atreverían a escuchar lo que Tamara les puso.
Entro y veo a Tamara bailando como loca por todos lados y verla así, solo provoca fuertes emociones en mi.
Pero entonces, veo que casi se cae y antes de que pueda reaccionar, un tazón con jitomate me cae encima.
Al ver que Tamara se quería reír de mí, aguante la furia que me quería dominar, pues no quiero asustarla.
─Isaura, a mi oficina ─me limito a decir y me doy la vuelta.
Rápidamente entro a mi oficina y mi nana no tarda mucho en entrar, por su cara, se que supone que la regañare.
─Me alegro que Tamara disfrutara por un momento ─intento quitarme el jitomate.
─¿No estás enojado? ─se sorprende.
─No, de hecho, necesito que empaques las cosas de Adriana, no la quiero ver en este lugar.
─Pero… ¿Qué pasó?

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