Cuando salgo de la ducha mi amor ya no está, seguro bajo a desayunar, me pongo un vestido con flores y bajo a desayunar.
Cuando llego al comedor no hay nadie, me siento y cuando viene Lucio le pregunto por Damián, me dice que está en su despacho, asiento con la cabeza y me pongo a desayunar.
He terminado y voy hacia el jardín, todavía no sabemos quién mato a Leonor, me estoy encariñando con él y me dolería mucho descubrir que él es el asesino, siempre que viene mi padre quedamos en el jardín, hay un sitio donde hay dos bancos para sentarnos, cuando yo llego siempre está esperándome allí. Salgo por la puerta principal y camino hasta el sitio.
Me siento en uno de los bancos y se me hace raro que no esté aquí ya, le habrá pasado algo me pregunto a mí misma.
-hola hija- oigo detrás de mí.
-hola papa- me giro y lo veo con preocupación, hoy está muy serio y no es normal, ha de haberle pasado algo.
-¿qué te pasa?- le digo acercándome a él.
-toma, te he traído un regalo- me dice esquivando mi pregunta y entregándome un libro.
-papa, no estás bien, ¿Qué ocurre? - le vuelvo a insistir.
-nada hija, solo es cansancio- lo abrazo pero algo me dice que no es eso.
- ¿para qué es este libro? - le pregunto, mejor no le presiono más.
-es para que aprendas magia tu sola- esa respuesta no me gusta.
- ¿ya no me vas a enseñar? - le digo temiendo su respuesta.
-sí pero si algún día no estoy, este libro te ayudara a aclarar tus dudas- me puse muy seria al oír eso.
-Ey, alegra esa cara hija, vamos a aprender magia espiritual- me dijo mi padre levantándome la barbilla.
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-Lucio- lo llamo.
-¿que desea señor?- me dice entrando en mi despacho.
-quiero que aumentes la vigilancia- le digo.
-por supuesto señor-
-puedes irte- le digo volviendo la vista a la pantalla.
Lucio se va y al menos podre estar tranquilo, no me fio nada de Zen, todavía sigo dándole vueltas a lo que le habrá dicho a Danira, al menos ella puede defenderse usando su magia pero no quiero que Zen ronde por aquí, sé que tendremos que vernos por asuntos de reuniones con los líderes de cada raza pero no quiero verlo merodeando por aquí.
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Hemos estado haciendo magia unas tres horas, ya es la hora de comer y mi padre se ha ido, al menos parecía más contento que como vino, estoy un poco preocupada por el pero quiero que sea el él que me lo cuente.
Entro a casa y veo en el mueble de la entrada un ramo enorme de rosas rojas, se forma una sonrisa en mi cara, es precioso. Damián está bajando la escalera y voy hacia él.
-gracias amor, es hermoso- le digo dándole un beso.
El me mira confundido.
-¿a qué te refieres amor?- me pregunta.
-al ramo de flores- le digo señalándole.
-eso no lo he encargado yo- me dice acercándose al ramo.
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