Capítulo 105: Quién es el primero y quién es el segundo
Sofia fijó los ojos cubiertos de odio en nosotros y espetó: Hernán, ¿qué están haciendo?
Ante eso, él retiró rápidamente su mano y miró boquiabierto a Sofía, quien estaba llena de ira.
Su expresión de pánico era bastante cómica, como si su mujer lo hubiera pillado engañando,
-María, eres verdaderamente desvergonzada. ¿Cómo te atreves a liarte con Hernán? ¿Qué pasa? ¿No puedes dejarlo, así que ahora quieres ser la perra? -se burló ella mientras entraba
en la sala de estar, mirándome con malicia.
-No sólo pusiste a mi padre en la cárcel, sino que también te quedaste con todo el dinero. Vaya, no sabía que eras tan astuta. ¿No encontraste a otro hombre? ¿Por qué estás tratando de seducir a mi hermano? ¡Mira cómo te ves! Tienes una villa, pero todavía piensas en esta casa destartalada. ¿O es que… volviste para conquistarlo de nuevo?
-¡Mejor limpia tu boca antes de hablarme! -repliqué, devolviéndole la mirada sin temor a esa malvada mujer- ¡Me resulta desagradable todo lo que has tocado! Si te gusta tanto, quédatelo para ti y no permitas que se involucre conmigo. No olvides que si pudiste arrebatármelo a mí, alguien más también podría hacerlo contigo. Ya sabes, ¡lo suyo es de fábrica, no tiene solución!
-María…
-¡Eres una zorra! ¡Hoy mismo te voy a matar! -gritó Sofía mientras se abalanzaba sobre mí.
Me quedé mirando su vientre y le avisé fríamente: -Más te vale tener cuidado. No arruines tu capital. No puedo garantizar la fuerza que usaré.
Al escuchar mis palabras, Hernán rápidamente agarró a la agitada Sofía, y me miró con ira.
Sonreí fríamente y continué: -Así es. Cuídate de tu hijo. Pero te recuerdo que cuando nazca, no olvides hacer una prueba de paternidad.
-¡Tú!
Después de decir eso, lo miré con una sonrisa sarcástica, y arrastré mis dos maletas mientras me alejaba. Sofía forcejeaba en brazos de Hernán e insultaba a todo pulmón. Las palabras que pronunció eran tan vulgares y repulsivas que nunca había escuchado nada similar, lo que llamó la atención de los vecinos de los pisos de arriba y abajo.
Mis maletas eran demasiado grandes y me costó bajarlas. Afortunadamente, después de vivir aquí durante tantos años, había hecho buenos amigos entre mis vecinos. Pronto, algunas personas se acercaron a echarme una mano. Mientras me ayudaban a cargar las maletas, me consolaron: -María, un divorcio no es el fin del mundo. Esta familia no vale la pena. ¡Ni siquiera son dignos de ser llamados animales! Por cierto, ¿cómo está tu hija?
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Les conté entonces sobre la situación de Dulcita y les agradecí. Para mi sorpresa, un grupo de personas fue a despedirme.
En el instante en que arranqué el vehículo, rompí a llorar. Decían que más valía buen vecino que pariente ni primo, y era cierto, pues los vecinos que había conocido durante diez años me trataban como a una familia.
Pensé que ya no me quedaban lágrimas, pero en ese momento no pude controlar mis
emociones. Detuve el auto a un lado de la carretera y me senté en él, llorando a moco tendido. Me dije a mí misma que era sólo una forma de decir adiós.
Aunque ahora vivía en una villa, mi familia se había desmoronado. La única ventaja que salió de todo aquello fue que podría inscribir a Dulcita en la Escuela Talentos.
Después de un tiempo, estaba a punto de poner en marcha el auto cuando recibí una llamada de Luciana, quien quería reunirse conmigo.
Conduje directamente hasta el lugar acordado. Ella mè miró con sorpresa en los ojos. Yo sabía que durante ese tiempo, había sido destrozada por estas situaciones hasta no parecer ni una
sombra de mí misma.
Sonreí torpemente y me senté frente a ella.
María -dudó un poco antes de finalmente armarse de valor y hablar—, debes ver las cosas desde una perspectiva positiva. ¡Ese hombre no te merece!
Me burlé de mí misma y respondí: -Gracias. Tal vez este fracaso matrimonial sea como una prueba en mi vida. Sabía que él no vale la pena, pero después de todo, yo lo tuve una vez, así que no pude evitar sentirme mal. Quizás es sólo que no me resigné a eso. Pero no es por perderlo a él, sino por perder el tiempo y la juventud.
Luciana pareció estar de acuerdo con lo que dije y asintió con la cabeza. Después de un rato, me miró y sonrió.
-Bueno, te tengo una buena noticia. Ya resulté el asunto por ti. Mañana puedes hacer los trámites tú misma. Puedes discutir los detalles directamente con ellos -dijo con un toque de orgullo mientras me miraba-. Espero que te sirva de ayuda. Tómalo como mi forma de disculparme contigo.
Honestamente, nunca hubiera pensado que, en un momento como este, recibiría ayuda de mi rival en amores. Era cuando menos irónico, pero también reconfortante.
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Os comentários dos leitores sobre o romance: Recuperando a mi multimillonaria esposa
cuando actualizan...