Karina alzó la ceja.
Vaya que no podía esperar.
—Mamá, dáselo, ya no lo necesito.
La pequeña maniobra de su papá era demasiado obvia; si no podía verlo claro después de dos vidas, entonces sí que habría desperdiciado su tiempo en este mundo.
Ahora, si él llegara a enterarse de que ya se había casado con un bombero, seguro buscaría mil formas de hacerle la vida imposible al tal Sr. Lázaro.
Solo quedaba esperar a la junta de accionistas. Cuando todo estuviera decidido, aunque su papá quisiera impedirlo, ya sería demasiado tarde.
...
Karina fue al área de tecnología, quería recuperar algunos objetos importantes que aún le pertenecían.
Apenas salió del elevador, vio que en el otro extremo se abría otra puerta.
De ahí salió un hombre alto, con una expresión seria y distante, cargando un termo de comida.
Ella fingió que no lo vio y siguió su camino sin mirar atrás.
—Karina.
La voz de Valentín sonó grave, tan distante como siempre.
En solo unos pasos, él la alcanzó y se plantó frente a ella, bloqueándole el paso.
Karina se detuvo, frunció el ceño.
—¿Qué quieres?
—¿Ayer destruiste el chip del modelo a distancia? —Valentín la miró y, con una sonrisa resignada, añadió—: No hacía falta que te pusieras así conmigo.
Karina también sonrió, pero la suya era una mueca cargada de burla.
—Ese modelo era mío. Yo decido qué hacer con mis cosas.
Valentín arrugó la frente.
—A Fátima le gustaba ese modelo. Pensé que tú... no serías tan inmadura.
—¿Ah, sí? ¿Y regalarle a tu nueva conquista algo que no escogiste tú mismo, eso sí te parece de lo más maduro? O es que, ¿ahora el Sr. Valentín ni siquiera se molesta en comprar regalos para su amorcito?
El ambiente se tensó al instante.
Valentín la miró durante varios segundos, con una expresión complicada, hasta que dijo en voz baja:
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