Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 25

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Jimena contemplaba esos carros deportivos relucientes bajo la luz, con una mezcla de nostalgia y resignación en la mirada.

—Señorita, estos carros eran sus consentidos. Hasta mandó ampliar el garaje solo para que quedaran perfectos.

Jimena no pudo evitar suspirar por dentro. Qué par tan bonito, pensó. Alguna vez estuvieron tan enamorados, y ahora… ¿cómo llegaron a este punto?

—Entre él y yo ya no queda nada. Jimena, por favor, encárgate de venderlos cuanto antes.

Sin añadir más, se dirigió directamente al gabinete de llaves al fondo del garaje y sacó un llavero.

Era el regalo de cumpleaños que su madre le había dado el año pasado.

—Andrés —llamó al conductor, que esperaba cerca—, saca ese Bentley blanco y sígueme con él.

...

Cuando Karina llegó al edificio, apenas había estacionado su carro cuando vio a Lázaro salir del supermercado.

Él, tan alto y bien plantado como siempre, llevaba una cubeta de sopa instantánea y se metió al elevador con paso decidido.

Karina se quedó pasmada.

¿Será que, por entregarle su tarjeta de salario, ahora apenas y le alcanza para cenar sopa instantánea?, pensó, entre divertida y sorprendida.

Dudando, Karina terminó entrando también al supermercado.

...

Mientras revisaba verduras frescas, recibió una llamada de Belén.

Antes de que su amiga pudiera soltar sus exageraciones de siempre, Karina se adelantó:

—Belén, ¿tu primo tiene alguna comida que no le guste? ¿O alergias? ¿Tú sabes?

Belén guardó silencio un instante.

—¿Eh? Pues que yo sepa, no… nunca me ha dicho nada. ¿Por qué preguntas, Kari?

—Nada, solo quería saber.

—Ajá… —Belén alargó el tono, con esa desconfianza sutil de quien sabe que le ocultan algo—. Oye, acabo de llegar a tu casa para darte una sorpresa y la señora me dice que te mudaste. ¡No inventes! ¿Cómo que te mudaste y ni me avisaste?

—He estado a mil, la verdad. Quería terminar todo y luego invitarte a cenar en el depa nuevo.

—Bueno, menos mal, ¡ya me estaba sintiendo olvidada! —la interrumpió Belén, ya de mejor humor—. ¿Y si te caigo ahorita? ¡Pásame la dirección!