El pasillo no era muy amplio y nos encontramos cara a cara. Gael se sorprendió por un momento, luego se enderezó la ropa y explicó:
—Señorita Arias, vine a revisar a Rebeca. —Gael era el mejor amigo de Álvaro.
«Dicen que solo tienes que ver la actitud del mejor amigo del hombre para saber si en verdad te quiere»
Aparte de su actitud, la forma en que se dirigió a mí era la prueba suficiente para saber que yo solo sería la «señorita Arias».
«¡Qué forma tan respetuosa de dirigirse hacia mí!»
Aprendí a no obsesionarme mucho en los detalles porque solo me darían dolor de cabeza. Forcé una sonrisa y le abrí camino, respondiendo:
—Mhmm, ¡adelante! —De vez en cuando, admiraba a Rebeca. Solo necesitaba sacar unas cuantas lágrimas para recibir el apoyo que a mí nunca se me otorgaba, incluso después de toda una vida trabajando duro. En la habitación, encontré un traje que Álvaro nunca había usado y en algún momento, me lo llevé hacia la sala. Gael fue rápido en revisar a Rebeca. Luego de tomarle la temperatura y recetarle medicamentos, se preparó para irse. Cuando bajó las escaleras y me vio parada en la sala, me dio una sonrisa cortés.
—Es tarde. ¿No irá a dormir, señorita Arias?
—Mmm, me voy a dormir en un rato. —Le pasé la ropa que tenía en mis manos mientras declaraba—. Tu ropa está mojada y sigue lloviendo. Deberías cambiarte antes de irte o te vas a enfermar. —Quizás se sorprendió por mi gesto porque parpadeó sin decir nada por un momento. Luego, su rostro apuesto extendió una sonrisa.
—No pasa nada. Soy tan fuerte como un toro. ¡Estaré bien!
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