Emanuel, quien tenía la cara triste y macilenta, no pudo evitar soltar risas al oír las palabras de la mujer y dijo:
—Ja, ja, ja, ja... Sí, en comparación con mi trabajo, el de los funcionarios públicos es demasiado estable y cómodo. Catalina, ¿Florencia no te contó mi oficio cuando te me presentó?
—¿Me dijo que eres un director en el ejército? —Catalina lo miró desdeñosamente de arriba abajo— Pero el responsable de la seguridad en mi comunidad también se cree un director, e incluso mi mamá lo llamó bromeando a un limpiador por «director». Solo es un apodo, no significa que realmente ocupes una posición alta en el ejército.
Emanuel se rio aún más alegremente y el mal humor que le había molestado durante estos días se le fueron completamente por las palabras graciosas de la mujer. Pero fue en este momento en que se dio cuenta de que esta mujer se había casado con él, no por su posición social.
—¡¿De qué ríes?! —preguntó Catalina confundida.
—No te preocupes. Tengo un trabajo formal y bien pagado, así que puedo mantenerte la vida.
—¿Sí? Pues Florencia todavía tiene consciencia sin presentarme a un hombre pobre.
Emanuel miró hacia esa llamativa curita en la frente de ella y preguntó con el ceño ligeramente fruncido:
—¿Qué te ha pasado en la frente?
Catalina se quedó un poco sonrojada al ser mirada fijamente por el hombre, se bajó la cabeza y contestó:
—He chocado contra la puerta accidentalmente en la oficina, pero está bien y no es nada grave.
Sin embargo, Emanuel fingió ser serio y dijo:
—Pues esto es un accidente laboral. Déjame hablar con Mateo para que te dé un día para descansar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ROMANCE ALOCADO