Victoria esperó hasta el atardecer, pero Alejandro aún no le respondía. Su teléfono estaba en silencio, como si la hubieran aislado del mundo exterior. Cuando ella trabajaba, le gustaba poner su celular en silencio para así poder concentrarse, pero, en ese momento… Anocheció y su celular de repente sonó, lo que la alteró. Corrió para agarrarlo, pero se angustió al ver la pantalla. Era un mensaje de Sabrina: «¿Y? ¿Ya pensaste qué vas a hacer? ¿Le dijiste?».
Victoria miró en silencio el teléfono y sonrió angustiada. «Hace tiempo que conoces la respuesta, pero ¿por qué insistes tanto? ¿Por qué tengo que mostrarme así de vulnerable para que la gente luego se aproveche? Ya lo hice, así que ¿cómo voy a enfrentarlo ahora?». Volvió a acostarse y cerró los ojos. «¿Con quién estará en este momento? ¿Qué está haciendo? ¿Cómo reaccionó al enterarse de que estoy embarazada? ¿Le dirá a Claudia sobre esto? ¿Qué pensará ella de mí?». De inmediato, la joven sintió que ya no tenía fuerzas.
Más tarde, Victoria solo bebió dos cucharadas de caldo. Ya eran las nueve de la noche y aún no recibía ninguna notificación, por eso, bajó las escaleras con tan solo una chaqueta sobre los hombros. Héctor aún no se iba a dormir y se puso de pie al verla.
—Ya es tarde, señora Calire. ¿Por qué continúa despierta?
—¿Alejandro no ha regresado aún? —preguntó al ver el lugar vacío.
—El asistente del señor Calire llamó mas temprano y dijo que el señor debía atender un asunto urgente y que no iba a regresar esta noche —explicó sorprendido y observó cómo la joven se angustió—. ¿Se encuentra bien, señora Calire? —dijo preocupado al verla tan desanimada.
—Estoy bien.
Victoria forzó una sonrisa en cuanto recobró los sentidos; luego, se volteó y subió para ingresar a su habitación, pero su teléfono sonó en ese instante. Se alteró al ver que era Alejandro. «Pero, ¿él no va a regresar esta noche? ¿Por qué me está llamando? ¿Qué quiere decirme?». La joven respiró profundo y se armó de valor para responderle.
—¿Victoria? —Escuchó una voz familiar; era Claudia—. Ale quiere avisarte que debe ocuparse de un asunto y que no regresará a dormir hoy. Estás enferma, así que ve a dormir temprano, ¿sí?
En ese momento, Victoria se entristeció y sentía mucha angustia; incluso sentía que tenía los brazos adormecidos. «¿Él le pidió a Claudia que me llame? ¿Qué está intentando hacer?».
—Victoria, ¿estás ahí?
La joven asintió luego de recobrar los sentidos, pero cortó de inmediato la llamada; estaba desconcertada. Cuando Claudia escuchó cómo le respondió, suspiró aliviada y guardó el número de Victoria en su teléfono antes de devolverle el suyo a Alejandro.
—Ya llamé, Ale. Gracias.
—De acuerdo —respondió y se distrajo un instante de su trabajo; luego de unos segundos, preguntó—: ¿Estaba dormida?
—No aún.
—Está muy enferma y aún no va a dormir —murmuró con el ceño fruncido—. ¿En qué está pensando esta mujer?
Claudia estaba a su lado mientras él se quejaba; al escucharlo, palideció por lo preocupado que sonaba y se mordió el labio al mismo tiempo que le temblaban las manos. Quizás, él ni siquiera se había dado cuenta de lo cariñoso que resultaba que se preocupara así por Victoria.
—¿Agendaste su número?
—Sí, claro. Ale, puedo salir con ella, ¿verdad?
—Sí; eso la ayudará a distraerse y no estar todo el tiempo trabajando.
Claudia sonrió de manera incómoda, pero en cuanto se volteó, tenía una expresión maliciosa.
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