Victoria no tenía mucho apetito, pero ante la insistencia de la amiga, logró beber la leche y comer un poco de los sándwiches.
Sabrina al final dejó de obligarla cuando vio lo difícil que era para ella comer y se sentó después de limpiar un poco.
—¿Cómo te sientes? —preguntó—. ¿Te sientes mejor?
—Sí.
—¿Deberíamos volver mañana? —preguntó de forma tentativa, tosiendo levemente.
Victoria no dijo nada.
Al verla, Sabrina le sujetó la mano y anunció con firmeza:
—Vamos.
—Bueno.
Era como si Victoria estuviera aturdida y necesitaba que alguien la incentivara sin importar lo que decidiera. Luego, se puso de pie y se fue con Sabrina.
Cuando pasaban por la esquina, Victoria escuchó una pelea.
—Pero madre, ¡me gusta! —gritó una joven, devastada.
—¡Cállate! —gritó la mujer con furia y malicia—. ¿Qué tonterías estás diciendo? ¿No te acuerdas lo que te enseñé? ¿Entiendes lo que digo? ¡Él te engañó!
—Madre…
—No quiero que vuelvas a tener contacto con él después de esto. Un pobre vagabundo como él no es digno de ti. No podrás encontrar a una persona adecuada si la gente se entera de esto, ¿sí?
Tras escuchar la voz amenazadora de la mujer, la joven agachó la cabeza y no dijo nada más; no se le podían ver los ojos por el flequillo.
Victoria solo le echó un vistazo antes de apartar la mirada.
Era evidente que Sabrina también había visto lo que sucedía y, después de que se fueron del hospital, no pudo evitar suspirar.
—Esa joven parece que es solo una estudiante. Ay, pobre niña.
Victoria no dijo nada en respuesta y, en ese momento, comenzó a vibrarle el teléfono.
Sabrina enseguida se acercó cuando escuchó el tono de llamada.
—Te suena el teléfono. ¿Es Alejandro? ¿Se ha arrepentido? —Al ver que no tenía el número agendado, preguntó de nuevo—: ¿Quién te llama?
Por algún motivo, Victoria tenía la sensación de que sabía quién era cuando vio el número y solo vaciló por un momento antes de aceptar la llamada.
—Victoria Selva, ¿no? —Una voz de mujer un poco agresiva se escuchó al otro lado de la línea.
No era una voz que Victoria conocía.
—¿Con quién hablo? —preguntó.
—Soy amiga de Claudia. Estoy al tanto de algo y me gustaría hablar contigo al respecto. Te enviaré la dirección por mensaje de texto en un momento. —Quien llamaba hizo una pausa antes de reír—. Vendrás, ¿no, Victoria Selva?
Luego, cortó la llamada sin esperar por la respuesta. Bip, bip.
Como Victoria no había puesto el altavoz, Sabrina no escuchó lo que había dicho la otra mujer y solo pudo preguntar:
—¿Quién era? ¿Qué dijo?
No tenía nada que ocultarle, así que se tomó un momento antes de responder:
—La amiga de Claudia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Secreto de amor