«Aquí va otra vez, hablando de esa manera».
Victoria solía pensar que Claudia era una persona amable y dulce por lo generosa y modesta que era en público. Sin embargo, esa era la segunda vez que decía algo como eso después de haber regresado al país. La primera vez hizo un comentario sobre Alejandro y, en ese momento, sobre las sirvientas de la casa. Lo que parecía ser gratitud, en realidad, era ella reclamando su derecho; pero la realidad era que Claudia no tenía derecho ni sobre Alejandro ni sobre las sirvientas. Sería razonable de su parte decir eso si ellos hubieran sido novios antes.
«Pero nunca estuvieron juntos», pensó Victoria. «Entonces, ¿qué le da derecho a hablarme de esta manera?».
Si hubieran sido una pareja en ese entonces, Victoria no habría aceptado ese matrimonio falso sin importar lo mucho que le gustara Alejandro; no obstante, Claudia sí la ayudó antes.
Victoria se limitó a morderse el labio para tranquilizarse mientras reprimía la molestia en el pecho. Solo esbozó una pequeña sonrisa sin decir nada. Su falta de incomodidad o incluso de reacción eran tan frustrantes para Claudia como verter agua en un recipiente que goteaba. No obstante, ella sabía que no podía seguir retrasándolo más tiempo.
—¿Hablamos en el pequeño jardín? —preguntó sonriendo. Quizás fue por cómo Victoria ignoró por completo a su amiga antes que Claudia entró en pánico. Así que, después de que terminó de hablar, bajó la voz y agregó—: Las paredes escuchan. No hablemos aquí.
—De acuerdo —asintió la mujer y se puso de pie para salir.
Si era posible, no quería desperdiciar ni siquiera ni un minuto hablando con Claudia. No obstante, un favor podía ser lo más difícil de devolverle a una persona.
Cuando llegaron al pequeño jardín, Victoria condujo a Claudia a una zona aislada. Esta al fin se sintió más relajada después de dar un vistazo alrededor, dado que hablar allí no debería ser un problema. Aun así, no estaba completamente tranquila.
—Nadie escuchará nuestra conversación aquí, ¿verdad?
Victoria hizo una breve pausa y negó con la cabeza.
—Las sirvientas rara vez vienen por aquí. El jardinero por lo general viene en la mañana para regar y mantener las plantas.
Ya era casi la tarde en ese momento.
—Bien —suspiró aliviada. Luego, esbozó una sonrisa amigable mientras sacaba un sobre del bolsillo y se lo entregó a Victoria—. Esto es para ti —le dijo.
La otra mujer solo le dio un vistazo, pero no lo aceptó. Al ver que se había quedado inmóvil, Claudia dio un paso al frente y colocó el sobre en la mano de Victoria. Era un sobre delgado y la mujer tenía el presentimiento de que sabía qué contenía. Sintió que se angustiaba mientras lo sostenía con las yemas de los dedos.
—¿Qué significa esto? —Miró a Claudia sonriendo.
—Ejem… —La otra mujer tenía un destello de culpa en la mirada—. Victoria, eres una mujer inteligente. Estoy segura de que sabes qué es. No lo pondré en palabras.
—Ah, ¿sí? —No obstante, Victoria parecía tener una fijación con algo mientras se mordía el labio—. Puede que no sepa a lo que se refiere si no lo dice de forma directa.
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