Secreto de mi esposo ciego romance Capítulo 184

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A pesar de que tenían razón y de que su marido dio la cara por ella y por su tío, nadie parecía contento.

Sin embargo, no culpaba a su marido: le resultaba bastante satisfactorio.

—¡Cami! —Mientras Camila y Dámaso emprendían el camino de vuelta, Jacinto, que había estado observando, se acercó con una sonrisa juguetona—. ¿Quién iba a pensar que aún te acordarías de mí después de mudarte a la ciudad?

—No vuelvan casa todavía —sugirió—. ¿Por qué no vienen a mi casa y conocen a mis gorditos? La mayor acaba de cumplir cuatro años y ya puede llamarte tía.

Camila se mordió el labio y miró a Dámaso.

—Querido…

—Adelante si quieres ir. —Dámaso tenía una leve sonrisa en los labios y dijo con calma—: Hacía años que no oía risas de niños.

—¡Muy bien! respondió Cami con entusiasmo. —Los ojos de Camila brillaron y su rostro se iluminó de alegría cuando Dámaso asintió.

—El Señor Lombardini en realidad tiene mi respeto —dijo Jacinto.

Encabezando la marcha, Jacinto sonrió al hablar:

—Es raro que alguien nacido en la ciudad lleve la vida rural tan cerca del corazón. Retiro lo que dije antes, cuestionando si Camila se casaría felizmente con un discapacitado. Sólo alguien que en realidad la lleva en el corazón se molestaría en recordar estos pequeños detalles sobre el campo —dijo Jacinto afectuosamente.

Habiendo pasado por los altibajos de la vida, podía sentir la sinceridad de Dámaso hacia Camila. De ahí que se mostrara en especial amistoso con Dámaso. Su cálido intercambio continuó cuando el trío llegó a casa de Jacinto. Camila se unió a los niños con entusiasmo y su risa armonizó con sus risitas juguetonas cuando la llamaron con cariño «tía».

Jacinto sirvió una taza de té a Dámaso, con los ojos brillantes de curiosidad.

—¿Tienes planes de tener hijos con Camila?

Mientras balanceaba la taza de té, los ojos de Dámaso permanecieron fijos en la juguetona interacción de Camila con los niños, mientras él se sumía en pensamientos sobre su futura familia.

—Dejaremos que la naturaleza siga su curso. —«Recoges lo que siembras».