Secreto de mi esposo ciego romance Capítulo 49

—Sí… —Camila levantó la cabeza y sonrió a Lila—. Haré lo que pueda.

Sumergió la mano en el agua fría y se la pasó por la frente, haciendo acopio de energía para continuar. Pero el agua fría sólo funcionó durante poco tiempo. Después, se colocaba alfileres en el bolsillo. Cada vez que se quedaba dormida, la despertaban. Pasó toda la tarde aturdida. Cuando llegó la hora de irse, se encontró con Ian, como de costumbre.

—Todavía no has cenado, ¿verdad? —Ian arrugó la frente mientras miraba a Camila, agotada en el asiento del copiloto—. Te invito a comer.

Ella negó con la cabeza.

—Por favor, llévame a casa, Ian. Quizás me esté esperando para cenar juntos. —Camila se sintió abrumada cuando recordó que Dámaso la estaría esperando para alimentarlo y bañarlo. «Está esperando para cenar juntos».

La mano de Ian sobre el volante se detuvo cuando Camila dijo aquellas palabras. Miró su pálido rostro con el corazón dolorido.

—¿Vale la pena trabajar tan duro? —Desde su punto de vista, Camila debería tener una vida fácil, ya que se casó con un hombre rico. «¿No se dice que los hombres mayores tratan mejor a sus esposas? ¿Puede ser que se negara a darle dinero? ¿La maltrata?».

—No hay nada que no merezca la pena. —Apoyó la cabeza en el reposacabezas. Ya no tenía energía para hablar, y mucho menos para discutir con Ian—. Estoy agotada, Ian. Déjame dormir una siesta.

Cerró los ojos y se quedó dormida. Estaba agotada. No descansó lo suficiente. Con el trabajo que había hecho en el sanatorio, estaba lista para caer en cualquier momento. Ian echó un vistazo por el retrovisor. La cara de cansancio de la mujer le dejó un sabor agrio en la boca. Cuando llegó al cruce hacia Castillo del Lago de los Cisnes, se decidió y condujo en dirección contraria.

«El viejo no merece los esfuerzos de Camila. Es bastante tarde, pero el hombre no se molesta en llamarla. No me sorprende que tenga una amante en alguna parte. Quizás no le importa Camila en absoluto».

«¡Si el viejo no está dispuesto a atesorarla, yo lo haré!».

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