Estaba esperando a que ella cediera y le pidiera clemencia. Una vez por completo agotada, le contaría todo lo que le había estado ocultando. Pero Camila no se quebró.
—Ya está —dijo ella, metiendo las manos en la bañera para probar la temperatura del agua. Se volvió hacia él con una sonrisa—. Ya puedes meterte.
La frustración de Dámaso iba en aumento mientras se metía en la bañera. Camila bajó la cabeza y empezó a frotarle el cuerpo con una toalla. Su tacto era más suave que antes, pero no se esforzaba por suplicar. El hombre entrecerró los ojos mientras la observaba. Se le fue el color de la cara, pero se mantuvo firme.
—Otra vez.
Camila era muy consciente de que se lo hacía adrede.
—¿He hecho algo mal?
Dámaso resopló. Luego señaló la bañera y ordenó:
—Cambia el agua.
Camila apretó la mandíbula. Sentía que le habían quitado hasta el último gramo de energía, pero no se rindió. Llenó la bañera de agua limpia, probó la temperatura y le ayudó a meterse en ella.
—Otra vez.
»Otra vez.
»No es suficiente.
Al final, tras repetir el mismo proceso sin cesar, se desplomó inconsciente en la bañera, exhausta. Su pijama blanco flotaba en el agua, revelando su curvilínea y tonificada figura. Su cabello oscuro y sedoso flotaba en la superficie del agua. Dámaso entrecerró los ojos y la sacó del agua antes de llevarla a la cama.
—Que venga el Doctor Castañer ladró al teléfono. —Cuando terminó la llamada, se sentó junto a la cama y le limpió con suavidad las gotas de agua de la cara con una toalla.
Prefería desmayarse de cansancio antes que contarle lo que había pasado últimamente. Su promesa de pasar el resto de su vida con él era una promesa vacía. Nunca le había considerado su marido. Ni siquiera era su amigo. Para ella, era su jefe o alguien a quien estaba agradecida.
Se quedó perplejo. Él la trataba como a su esposa, pero ella ni una sola vez pensó en realidad en él como su marido. De repente, recordó la noche que estuvieron en la Residencia Lombardini. Podía recordar de forma palpable sus ojos grandes y saltones mirándole fijo.
«A partir de ahora eres mi esposo. Siempre estaré a tu lado».


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