«Con un marido tan guapo y rico, ¿por qué iba a interesarse por el anciano al que antes admiraba?».
Camila notó la decepción en los ojos de Ian y sintió un apretón en el corazón.
Mientras tanto, Belisario le dio a Lila otra bofetada en la cara. Sus bofetadas fueron contundentes e hicieron que las mejillas de Lila se hincharan después de sólo dos bofetadas. Ella gemía y pedía clemencia de rodillas, pero acusaba con firmeza a Camila e Ian.
A la cuarta bofetada, Lila al final se desmayó. David preguntó con cuidado:
—Señor Lombardini, ¿la despierto con agua fría para que pueda continuar?
Dámaso sonrió satisfecho.
—Señor David, usted no muestra piedad por su personal en absoluto.
Miró a Camila y le preguntó:
—¿Qué te parece?
La mirada de Camila permaneció fija en Ian. Aunque ya no lo admiraba como antes, no soportaba ver su mirada de autodesprecio y abatimiento. Su atención estaba centrada en Ian, pero volvió a la realidad al escuchar la voz grave de Dámaso.
—Maridito, ¿qué dijiste?
A Ian, su término cariñoso le sonó como una burla silenciosa. Pero, por otro lado, Dámaso lucía una sonrisa de autodesprecio.
«Me llama maridito, pero por dentro se preocupa por otro hombre».
Mientras tanto, David sonrió servilmente y dijo:
—Señor Lombardini, si necesita que…
—Olvídalo —Dámaso hizo un gesto con la mano. Ya que a Camila no le importaba, ¿por qué iba a molestarse él?
David se secó el sudor frío y se sintió aliviado. Hizo que alguien se llevara a rastras a Lila y dijo:

«¡Aunque no eres tan bueno como mi marido, sigues siendo una persona excepcional!».

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