—Una cosa más, no te pongas esto nunca más. Te queda horrible —comentó Camilo.
Ana se sintió más enfadada cuando él insultó su elección de ropa.
—Camilo, ¿por qué quieres que tire ropa que me regaló Jaime?
Él se encogió de hombros y contestó:
—Porque son feas.
—Tú... —Antes de que ella pudiera discutir, él la agarró del brazo con fuerza.
—¿Por qué? ¿No lo crees? —gruñó mientras le frotaba el brazo.
—¡Ay! —siseó de dolor.
—Sra. Frutos. —Poco a poco soltó su agarre sobre ella y advirtió—. Esta es la segunda vez que se encuentra con ese imbécil.
«¿Imbécil?».
Aunque sorprendida por sus palabras, Ana se sintió intimidada por el drástico cambio de su tono.
Camilo sonrió y dijo:
—Además, siempre puedes comprarte ropa nueva.
—¿Pero no mencionaste que siempre es importante estar agradecido por todo? Me sentiría mal si las tiraras —argumentó Ana.
—¿Te sientes mal por la ropa o porque era de Jaime? —Camilo levantó las cejas mientras preguntaba.
«¡Este bastardo está tratando de burlarse de mí!».
Ana se mordió el labio y se fue furiosa a su dormitorio, mientras Camilo la seguía.
—¿Por qué me sigues? —Ana giró la cabeza y preguntó.
—Para comprobar si vas a usar el desinfectante.
—Pero estaré... —Ana tardó un segundo en entender lo que quería decir y preguntó—: ¿De verdad vas a seguirme?
—¿Por qué? —se mofó Camilo—. No te preocupes, no creo que le ponga la mano encima a algo tan asqueroso como tú.
Ana respondió con la mirada al comentario de Camilo.
Él la instó a entrar en el cuarto de baño cuando entraron en su habitación. Se quedó un rato mirando la bañera y se sintió totalmente incómoda.
—Camilo. —Asomó la cabeza y le llamó—. Esto me resulta bastante incómodo.
—¿Cómo que incómodo? —Camilo la miró confundido.
—Voy a darme un baño... lo que significa que puedes verme desde fuera —pronunció ella.
—¿No te he visto desnuda antes? —respondió con indiferencia.
—¡Camilo! —chilló Ana.
—¿Hmm? —Él sonrió.
—Bien. —Ella sabía que él no cedería dijera lo que dijera, así que decidió dejarlo en paz.
Una cortina se interponía entre la bañera y la pared de cristal del cuarto de baño. No había diferencia, ya que era translúcida.
Se desnudó lentamente ignorando la mirada de Camilo. «No pasa nada, es mi marido», pensó Ana mientras llenaba la bañera de agua caliente.
Cuando estaba casi llena y la habitación llena de vapor, Ana bajó la temperatura del agua. Se metió en la bañera a toda prisa una vez se había desvestido hasta quedar en ropa interior.
Camilo soltó una risita al verla. No se había obsesionado con ninguna mujer hasta que conoció a Ana. Él siempre se alegraba cuando ella se ponía en ridículo.
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