Pensar en la competición de carreras de esta noche y en volver a ver a una Nati tan brillante la hizo feliz de nuevo.
Una vez cambiada, Carolina miró su celular y frunció un poco el ceño.
Antes, cuando enviaba mensajes a Nati, esta no tardaba en responderle.
Pero hoy había terminado de asearse y Nati aún no le había contestado.
¿Estaba enojada?
Pensando en ello, envió un mensaje a Natalia.
[Nati, ¿qué te pasa? ¿Estás enojada?].
[Nati, sabes que no quiero que mi madre me lleve al colegio, sabes que te prefiero a ti, no te enojes, ¿de acuerdo?].
Pasó un buen rato y Natalia seguía sin contestarle.
Rebeca se acercó a ella después de que hubiera recogido sus cosas: —Carol, ¿lo tienes todo ya? Es hora de bajar a desayunar.
Al no recibir respuesta de Natalia, Carolina se inquietó y ante la insistencia de Rebeca, dijo impaciente: —Ya lo sé, mamá, puedes callarte un rato, eres muy pesada, ¿lo sabes?
Después, resopló, tomó su mochila y bajó las escaleras.
Rebeca la miraba, siguiéndola sin decir nada.
En cambio, se dio cuenta de que la ropa que llevaba Carolina le resultaba familiar.
Ella era quien siempre le preparaba la ropa; por supuesto, la había consultado y era de su agrado.
Pero desde que Carolina siguió a Logan a Kirsey, su gusto había cambiado.
Tal vez tenía que ver con que acompañó a Natalia a clases de escalada y de monopatín.
Decían que Natalia no solo era una excelente estudiante, sino que también tenía muchas aficiones y era una mujer moderna muy brillante y atractiva.
Practicaba el monopatín, la escalada, el parapente, etc. Se le daba bien todo esto.
Carolina la admiraba mucho, así que hasta sus hobbies habían cambiado por ella.
Ante esto, Rebeca se entristeció de que Carolina estuviera tan cerca de Natalia, pero como era lo que ella quería, nunca se opuso.
Incluso, a la hora de comprarle ropa, la compraba según su gusto actual.
Pero no se había puesto ninguna de toda esa ropa nueva que le había comprado, solo le dedicó una mirada y nada más.
Ahora solo llevaba ropa que Natalia le elegía.
Al ver la ropa que llevaba ahora Carolina, Rebeca supuso casi de inmediato lo que estaba pasando, pero no preguntó.
Como si no se hubiera dado cuenta, miró hacia las escaleras con expresión natural.
Lidia y los demás aún no se habían levantado cuando bajaron.
La anciana estaba despierta.
—Buenos días, chicas, ¡qué pronto se levantaron!
Rebeca sonrió: —Bueno días, abuela.
Carol estaba de mal humor y gritó hoscamente: —Buenos días, bisabuela.
La anciana: —¿Qué humor tiene la niña hoy? ¿Qué ha pasado?
Carolina no dijo nada.
No quería hablar.
El mayordomo fue el que oyó a Rebeca llamar a la puerta de Carolina y se rio: —Creo que está de mal humor porque la despertaron de su sueño.
La anciana escuchó, sonrió y volvió a preguntar: —¿Dónde está Logan? ¿Se ha levantado ya?
Rebeca se mostró como siempre y dijo: —Logan tuvo que salir anoche.
La anciana enseguida puso mala cara.
Inmediatamente adivinó lo que estaba pasando.
Pero teniendo en cuenta que Carol estaba allí, no podía quejarse de Logan delante de ella, así que no dijo nada.
Después de desayunar y mientras se preparaba para salir de casa, Carolina se dio cuenta de que se le había olvidado algo y subió corriendo a buscarlo.
—Mamá, ¿estás libre esta tarde?
Rebeca no se giró: —¿Qué pasa?
Carolina no lo dijo explícitamente, le hizo un mohín: —Solo dime.
—Tengo mucho trabajo últimamente, no tengo tiempo libre, ¿qué pasa?
Carolina rio con ganas: —No... nada.
Como su madre no estaba disponible por la tarde, seguro que no sacaría tiempo a propósito para venir a recogerla por la tarde.
Eso significaba que podía ir directamente a Nati después del colegio sin preocuparse de que su madre se enterara, ¡gracias a Dios!
Cuando llegaron al colegio, Rebeca, acompañada de Carolina, habló un rato con su profesora antes de que esta la llevara a su clase.
Al llegar a la entrada de clase, una simpática vocecita llamó de repente a Rebeca: —¡Rebeca!
Rebeca se quedó paralizada, solo para ver una pequeña figura rosada que se abalanzaba sobre sus brazos.
Temiendo que se cayera, Rebeca la abrazó.
La reconoció rápidamente cuando levantó la vista: —¿Dulce?
No era otra que la hija de su vecina, el otro día la salvó por los pelos de ser mordida por un perro.
—¡Hola! —Dulce llevaba dos coletas, era tan linda, su sonrisa era tal como su nombre, tan dulce, parecía bien educada, Rebeca inconscientemente suavizó su voz y sonrió: —Dulce, ¿tú también estudias aquí?
—¡Sí!
Antes de que Rebeca pudiera decir nada, la pequeña Dulce en brazos de Rebeca fue empujada con fuerza por Carolina.
Rebeca enseguida fue a levantar la niña que había caído al suelo: —Dulce, ¿estás bien?
Dulce negó con la cabeza y contuvo un sus lágrimas mirando a Carolina, sin entender por qué la había empujado: —¿Por qué... me empujas?
Carolina no reaccionó al principio cuando vio a una niña saltar a los brazos de Rebeca, pero cuando notó que parecían conocerse y Rebeca no rechaza su abrazo, puso mala cara.
Al ver a Dulce a punto de llorar, se llenó de desdén: —¡Eres fea y asquerosa!

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Señor Lafuente, su esposa ha pedido el divorcio hace tiempo
Llegué al capítulo 593 y no puedo seguir!. Taaantos capítulos y ahora resulta que quedé estancada. Pensé que por fin había encontrado una página donde podría leer una novela en forma continuada, sin comprar capítulos,pero no, son igual que las demás, ni siquiera dan chance de ver publicidad para seguir leyendo. Pésimo!!....