Señor Lafuente, su esposa ha pedido el divorcio hace tiempo romance Capítulo 73

Rebeca se sonrojó de vergüenza y tiró hacia sí donde Ana le había agarrado.

Hugo reaccionó con una mirada profunda y apartó la vista.

La niñera, al costado, tampoco supo qué hacer en un momento.

Por suerte no había nadie más aquí.

De lo contrario, habría sido aún más embarazoso.

Enseguida ayudó a Rebeca a colocar bien su ropa.

Rebeca solía ser bastante reservada, y nunca se había expuesto así a otro hombre que no fuera Logan...

Encima este tipo era amigo de Logan.

Y se sintió aún más incómoda.

Después de arreglarse la ropa, dijo con una mirada aún no tan natural: —Todavía tengo algo que hacer, les dejo, adiós.

Hugo se dio la vuelta entonces y dijo: —Lo siento.

Ana, sabiendo que había hecho algo mal y pensando que había disgustado a Rebeca, la miró con los ojos enrojecidos y se disculpo también: —Lo siento...

Rebeca sabía que había sido sin querer, y no podía ser demasiado dura con ella, le respondió: —Está bien, sé que no lo hiciste aposta.

Sonrió débilmente, saludó a Ana con la mano y se volvió para entrar en el ascensor.

Hugo observó cómo se cerraba el ascensor y luego le dijo a Ana, que estaba en sus brazos: —Ana, no puedes agarrar el cuello de la gente así, ¿de acuerdo?

Ana asintió pesadamente con la cabeza: —Sí, entendido...

...

Como tenía que volver a la vieja mansión de los Lafuente para cenar, después de hacer la actividad de grupo sobre las cuatro de la tarde, Rebeca ya tenía que irse.

Así que Cristian la acompañó al aparcamiento, recordándola: —Conduce con cuidado.

—Sí.

Mientras Rebeca hablaba, un coche se dirigió lentamente hacia ellos.

Rebeca no había prestado atención, pero la ventanilla del asiento trasero bajó lentamente y Ana asomó la cabecita y la saludó: —Adiós.

Rebeca sonrió débilmente y dijo: —Adiós, Ana.

Y, al ver que Hugo la miraba, dio un respingo y le asintió con la cabeza como saludo.

Hugo le devolvió el saludo con la cabeza y retiró los ojos tras mirar a Cristian, que estaba a su lado.

Al ver partir su coche, Cristian se frotó la barbilla. —¿Por qué tengo la sensación de que Hugo acaba de mirarme con cierto escrutinio?

A Rebeca no le importó: —¿En serio? ¿Qué hace escudriñándote?

¿Cómo lo sabría Cristian?

Solo le dio esa sensación.

Dudó y dijo: —¿Acaso me vio cerca de ti y pensó que teníamos algo, así que me echó un ojo extra en nombre de su buen amigo Logan?

La sonrisa de Rebeca se desvaneció unos instantes al oír eso, y dijo incrédula: —No te preocupes, definitivamente no será por eso.

Hugo y los chicos eran muy amigos de Natalia.

Estaba claro que preferirían a Logan con Natalia.

Él y Kevin probablemente se alegrarían si ella tuviera una aventura con otro y dejara en paz a Logan, así que ¿cómo podrían estar preocupados de que ella le pusiera los cuernos a Logan?

Una vez en el coche, Rebeca se marchó.

Estaba completamente oscuro cuando llegó a la vieja mansión.

—Nati, adiós.

Rebeca bajó los ojos.

Estaban con Natalia.

Apenas pensó eso, la voz de Natalia sonó en sus oídos: —Carol, adiós.

Entonces oyó que Natalia le decía suavemente a Logan: —Yo subiré primero.

Logan: —Sí.

Fue entonces cuando oyó a Logan preguntarle en tono frío: —¿Algo más que decir?

Rebeca miró hacia atrás y dijo: —No.

E intentó colgar.

Pero Logan iba un paso por delante de ella.

Rebeca se quedó sin palabras.

—¿Qué pasa? ¿No va a presentarse de nuevo? —dijo la anciana, exasperada: —Hay que ver, vaya nieto que tengo...

—No. —Rebeca sonrió débilmente y dijo: —El tráfico está atascado a estas horas, llegarán en veinte minutos.

La cara de la anciana se veía mejor cuando escuchó esto.

Pero seguía enojada: —¡Entonces comamos primero, que se merece las sobras!

Sonriendo a un lado, el mayordomo recordó: —La señorita Carol también sigue en el coche...

La anciana se atragantó y volvió a gruñir: —¡Por Carol, lo perdonará por esta vez!

Rebeca escuchó, sonrió y no dijo nada más.