Evana estaba destrozada, pronto llegó el abogado.
—Hay muchas pruebas en contra del señor Ford, pero, estamos contratando un perito para revisar si las firmas a unos documentos son falsas.
—¿Por qué no lo dejan libre?
—Por desgracia, debe permanecer detenido.
Evana bajó la mirada triste.
—El señor Glenn ha muerto y ahora él no puede negar que era su cómplice.
Evana no podía creer que en este momento se viviera tal situación.
Cuando Swift y Jonathan llegaron se veían desesperados, la empresa estaba tomada por la policía y no iban a poder hacer nada por él escándalo de lavado de dinero, si no fuera porque la herencia de Andrés Ford estaba lejos de la empresa, hubiesen congelado las cuentas bancarias de la familia.
—Es una suerte que el dinero esté a nombre del primer nieto Ford que tenga usted señora Evana, más que esté embarazada, de lo contrario, podrían quitarle el dinero, además, Marcus le ha nombrado dueña de su fortuna personal.
Evana respiró, pero no se sintió satisfecha.
—¿Quién puede demostrar que esto no es real? —exclamó—. ¿Cómo puedo demostrar la inocencia de mi esposo?
—Estoy seguro de que el culpable de todo es Álvaro, si él confesara la verdad…
—¡Álvaro! Siempre esa m*****a rata —sentenció Evana.
Se levantó y salió de ahí.
Los hombres se quedaron conversando, ella tomó las llaves de su auto, y salió de ahí tan rápido como pudo.
No podría permitir que su esposo se hundiera en prisión
«Marcus salvó mi vida, salvó mi mundo, no puedo perderlo, no cuando su hijo lo necesita», pensó.
Evana salió de ahí, subió al auto y se fue.
Sabrina que la vio por la ventana se asustó y bajó a decirle a Jonathan.
—Esperemos, necesita estar sola, no es fácil por lo que están pasando.
Evana condujo hasta ese edificio, sabía que ahí estaba viviendo ese hombre, claro que tenía miedo, pero nada le importo.
Subió y tocó la puerta.
Álvaro abrió la puerta, al verla se sorprendió mucho.
—¡Evana! ¿Tú aquí? Pasa.
—Sé que tú eres el responsable de lo que le pasó a mi Marcus, Álvaro, tú lo hiciste, ¿verdad?
ÉL sonrió.
—No sé de que hablas, tía querida, soy inocente, no tengo la cupa de que mi tío Marcus haya elegido el mal camino, y haya lavado dinero para la mafia.
—Pensé mucho, si esto lo hiciste por rabia o por algo más, y llegué a una conclusión.
—¿Qué conclusión?
—Que lo hiciste por mí, pensé que esto solo puede significar que aún me amas.
Los ojos de Álvaro brillaron, como si dos estrellas se posaran en sus ojos.
—¿Eso piensas? ¿Qué lo hice todo por amor a ti?
—Sí, ahora, Nicol está muerta, y yo espero a tu hijo, ¿verdad?
Él asintió despacio.
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