Marcus estaba a punto de irse, cuando su asistente Mariana se acercó a despedirse, ya era una mujer de sesenta años, estaba jubilándose.
Él le dio un gran abrazo.
—Gracias por estos años de servicio, Mariana, y por tu lealtad.
La mujer sonrió feliz.
—Le deseo buena suerte a usted y a sus hijos.
Una mujer entró.
—Irina, pasa, señor, le deseo éxito con la nueva asistente, ella sabe que ante cualquier duda puede llamarme.
Marcus sonrió.
—Muchas gracias.
—Bienvenida, Irina, a partir del lunes, trabajaremos tú y yo, recuerden que están invitadas a la fiesta de aniversario de la empresa, y a mi aniversario de bodas, así que las esperamos. Debo irme ya, que apenas me queda tiempo, nos vemos ahí, Mariana, mi esposa Evana quiere despedirla como lo merece.
Mariana asintió, sonrió.
Ambas vieron al hombre salir de la oficina.
—Es un hombre muy elegante e inteligente, ¿verdad?
—Claro, el señor Marcus Ford es todo un caballero como ya no hay.
—Su esposa debe ser muy afortunada —dijo Irina
—Y hermosa también, es una mujer elegante, perfecta, pero sencilla, es imposible que caiga mal.
—Debe ser muy hermosa para capturar el amor de un gran hombre como Marcus Ford, él es tan atractivo.
La forma en que su voz lo dijo provocó una sensación de incomodidad en Mariana, quien fijó sus ojos en ella.
—Niña, vienes a trabajar, no pienses cosas que no son en tu mente joven, eres guapa, rubia como la señora Evana, pero siempre piensa a tu nivel, nunca se te ocurra mirar a lo alto, ¿Cómo crees que llegué a jubilarme? Yo espero que tu ambición sea sana, y te lleve a ser una ejecutiva o más allá, pero no por trepar en brazos ajenos.
—¡Qué cosas dice, Mariana! Yo nunca pensaría algo así.
Mariana la miró severa, esperó que así fuera.
Bennett estaba por irse, caminó por el pasillo, miró en una oficina y encontró a Natalia ahí, frunció el ceño, entró.
—¿Y tú que haces aquí?
Natalia alzó la vista, ella también le miró confusa.
—¿Y qué? ¿acaso necesito tu permiso? Estoy trabajando, papá me dejó ser aprendiz de finanzas.
—¡¿Qué?! ¡Imposible! ¿Cómo lo hiciste? —exclamó
—Mi padre cree en mí, sabe que soy inteligente.
—Deberías ayudar a mamá en casa con la fiesta, eso debe hacer una mujer.
—¿Una mujer? ¡Qué machista te volvió Cambridge, hermanito! Con razón has vuelto a la universidad de Mayrit, por eso es que no eres del cuadro de honor —sentenció Natalia
—Hagas lo que hagas, Natalia, no lo olvides, soy el segundo hombre de la familia, yo seré el presidente, de la empresa Ford, recuerda que nunca hubo una mujer al frente —aseveró
Natalia estaba por revirar, cuando su padre entró.
—¿Qué pasa? Vamos, madre nos espera.
—Papá, calla a Ben, está diciendo que una mujer no podría ser presidente de la empresa Ford, solo por ser una mujer.
—¿Qué dices, Bennett? Si tu madre quisiera, sería presidente de esta empresa y sería más exitosa que yo, no vuelvas a ofender a ninguna mujer, además, ambos deben recordar que no me he muerto, ni jubilado, aun falta mucho para que alguien ocupe mi puesto, y ustedes son demasiado jóvenes e inexpertos.
—Pero, padre, dijiste que querías jubilarte e ir de viaje por el mundo con mamá —dijo Ben
—Sí, pero, no dije que lo haría ya mismo, ahora vamos a casa, o su madre nos dará un buen regaño.
Natalia sonrió y tomó la mano de su pare.
—Papi, ¿te gusto más yo para ser presidente?
—Padre, dile de una vez que es tonta, que confías en mí para presidente.
Marcus rio de ellos, negó.
—Los hombres esconden las fechorías, cariño, todos son infieles y malos.
Evangelyn sintió miedo ante sus palabras.
En la fiesta.
La recepción se ubicó en el rancho de los Ford, en un salón de eventos.
Evana arregló la corbata de Marcus, y revisó que todo estuviera perfecto.
—Bien, creo que podemos comenzar, si estás listo.
—Listo, pero no más que tú, ¡qué hermosa luce, señora Ford! Muero por quitarle ese vestido azul celeste esta noche.
Evana no pudo evitar que sus mejillas enrojecieran.
—¡Marcus!
—Estoy imaginando todo lo que te haré está noche, imaginando que gritas mi nombre y pides más, puedo recordar tu voz y tus gemidos.
Ella le miró con ojos grandes, impactada de sus palabras, era tan ardiente, que sentía su corazón retumbar.
—¿Veinte años después me sigues encontrando hermosa?
Marcus lanzó un suspiro al mirar su rostro terso que no le parecía hablar del tiempo.
—Siempre, te amo, Evana, este hombre nació para amarte.
Él le dio un dulce beso. Entraron al salón, la puerta antigua hizo un gran ruido, se cerró, fueron recibidos por un gran aplauso, hasta que la puerta de nuevo fue abierta, el sonido los hizo volver la vista.
Marcus vio a la mujer que entró, frunció el ceño, la luz no dejaba ver el rostro de la mujer, notó que tal cual vestía y con sus cabellos largos rubios, era muy parecida a Evana veinte años atrás.
—¿Ese vestido es como el que portabas hace años?
—Sí, es el mismo modelo de vestido que usé cuando me presentaste ante los Ford —dijo Evana curiosa al mirar a esa mujer—. ¿Quién es ella?

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