Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 12

Marcus quería hacer enfadar a Álvaro, intimidarlo, pues sabía que lo envidiaba, que era inseguro ante él.

Sin embargo, esos dulces y deliciosos besos lograron borrar todo de su mente, fue solo un instante en que se dejó llevar, no supo más de él, hasta que sintió que ella quiso alejarlo, pero él no la dejó, su mano libre estrechó su cintura y subió a su espalda, pegando su cuerpo al suyo.

Evana no pudo hacer nada, su lengua se abrió paso por su boca, acariciándola suavemente.

Su cuerpo se estremeció al sentirlo tan cerca, era un beso diferente, demandante, codicioso, la dejaba sin aliento, la hacía estremecer, nunca se sintió tan vencida por un simple beso, ni tan necesitada por él.

Cuando él detuvo el beso, y se miraron a los ojos, el deseo brillaba en sus pupilas.

Evana retrocedió un paso, sus mejillas se encendieron de un rojo carmesí.

—¡¿Por qué ha hecho eso?!

Marcus alzó la vista, Álvaro no estaba ahí,

—Álvaro… estaba ahí, pero…

Evana corrió asomarse, pero no había rastros de ese hombre ahí. Cerró la puerta.

—¡Él no está aquí! Pero, el juego ya no me está gustando —aseveró, encogiéndose de hombros.

Él la miró con suspicacia.

—¿Juego?

—Esto es solo una actuación, ¿Cierto? Jugamos el juego, ambos ganamos algo, pero, es la segunda vez que me besa sin autorización, y sin que tenga que ver con el juego, señor Ford, no es algo bueno, quiero decir, yo me iré en cuánto acabe, ¿Cierto? Tendrá su presidencia, y Álvaro será desterrado, cuando todos sepan su verdadera y horrible cara.

Marcus la miró severo, asintió despacio.

—Así será.

—Entonces, está bien, quiero decir, me gusta ser clara, no quiero que después pase algo…

—¿Algo? ¿Cómo qué, querida?

—No lo sé, solo… —ella se puso nerviosa—. ¿Qué tal si no me deja ir?

Marcus abrió ojos enormes, y de pronto se echó a reír, su risa era tan contagiosa, que ella también rio.

—¡Qué absurdo! ¿Crees que yo me volvería loco por ti, y no te dejaría ir de mi lado? Eso es tan… ¡Patético! —espetó burlón

Ella se sintió fatal, bajó la mirada.

—Bueno, está bien, hemos dejado claro, es mejor cuando todos conocen las reglas, nadie sale lastimado.

Él asintió.

—Bien, señor Ford, debe cambiarse.

Él la miró, sonrió y se quitó la bata, ella se quedó perpleja, él estaba casi semidesnudo, a no ser por su ropa interior.

Se sintió temblorosa.

—Pero, ¿Es que acaso así está con su asistente?

Capítulo 12: Él se llama… 1

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