Marcus detuvo el beso, mientras Evana agachaba la cara, estaba tan sonrojada, que no podía sostener la mirada.
Marcus miró a Álvaro con rabia.
—¿Qué quieres? ¿No sabes llamar a la puerta?
—Es que… mi abuela, ella te espera abajo —titubeó Álvaro con rabia, sentía que estaba lleno de furia al ver esa escena.
Marcus asintió.
—Volveré, mi amor, espérame despierta — guiño n ojo, el beso su frente y salió tan rápido.
Lo dijo para molestar a Álvaro y al ver su cara supo que lo consiguió.
Cerró la puerta y miró a Álvaro que lo siguió, Marcus podría sentir su mirada sobre él, como un cuchillo filoso, pero solo podía sentir lástima por él.
Evana recuperó la respiración perdida, pero sus piernas, todo su cuerpo parecía hecho de gelatina, temblaba.
Se recostó, miró al techo, respiró profundo.
«¡Ese hombre va a acabar por volverme loca, debo irme, debo escapar!», pensó.
Marcus bajó al despacho, su madre y su padre, junto Álvaro, estaban ahí.
—¿Qué pasa, hijo? Nos despertaste para algo, y nos tienes preocupados.
Marcus miró a sus padres.
—Es una verdad sobre Ismael que deben saber.
El nombre de su hijo causó que Fátima sintiera un escalofrío, no podía aún, después de todo ese tiempo, tolerar su perdida.
—¿Qué pasa con mi padre, tío? Habla ya.
—Él tuvo otro hijo.
Los ojos de Álvaro se abrieron enormes, luego sus manos se volvieron un puño rabioso.
—¡¿Qué has dicho!? ¡es mentira! ¿Qué pretendes, ahora? ¡Quieres robarme mi herencia! Lo planeaste con la zorra que tienes en la cama, ¿Verdad?
Marcus dio tal bofetada a su sobrino, impactando a todos.
—¡Basta! ¡No peleen! —exclamó Andrés—. ¿Qué dices, Marcus? ¿Qué hijo?
—Es cierto, padre, me enteré hace poco, pero hay algo más grave.
—¡No le creas abuelo!
—Él está enfermo, mi sobrino Ian, está muriendo, tiene hidrocefalia, y varias enfermedades que comprometen su salud, no tiene remedio, él… pronto dejará el mundo.
Los ojos de Fátima se abrieron enormes, le miró destrozada.
—¡Quiero verlo! —exclamó la mujer sollozando, Marcus la abrazó.
—¿Cómo sabes que no mienten? —preguntó Andrés
—Lo sé, además, no me han pedido dinero, ni nada por él; Álvaro, tu padre nunca te abandonó, solo debía viajar para operar a tu hermano, planeaba volver para estar cerca de ti.
—¡Cállate, tío! No hables de como mi padre me abandonó, nunca volvió de ese viaje, y todo por un bastardo…
Álvaro salió de ahí, sus ojos lloraron.
—Déjalo, Marcus, Álvaro sufre, lo sabemos.
Marcus asintió.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Soy la esposa del tío de mi ex