Su escurridizo marido romance Capítulo 10

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Al oír las palabras de Faye Reed, a Karen Daly le dio un vuelco el corazón. Recordó los detalles del día de la cita a ciegas. Ese día, Kevin Kyle fue directamente a buscarla. Ella no pudo haber cometido un error.

"Karen ..." Faye agarró la mano de Karen nerviosamente: "Dime qué pasó."

Le preocupaba que Karen Daly, esa chica tonta, fuera engañada por un gran mentiroso.

Karen Daly luego le contó a Faye sobre la cita a ciegas, el registro de matrimonio y cómo Kevin llegó a ser el nuevo jefe de su empresa con todo detalle. Después de oírlo todo, los ojos de Faye Reed casi se salieron. "Karen, ¿qué crees que debería comentar todo esto?"

Faye cogió el iPad que había dejado a un lado y rápidamente hizo un clic en el navegador para buscar al jefe de Innovative Tech, Kevin Kyle. Ella dijo: "Estoy segura de que Kevin debe ser un anciano calvo y de barriga grande. ¿Cómo puede ser digno de una mujer tan hermosa como tú ..."

Antes de que pudiera terminar de hablar, Faye Reed se sorprendió por las imágenes que vio en Internet.

Aunque solo se pudieron encontrar en Internet dos fotos de Kevin Kyle tomadas durante la conferencia de prensa, fue suficiente para ver su inigualable apariencia.

Faye dijo emocionada, "Tía, dame dos bofetadas. Dime que no estoy soñando".

Karen le dio una palmada a Faye en la espalda. "Es él".

Faye bailó de alegría y dijo: "Es un hombre tan guapo, y además de eso, tiene mucha habilidad en el negocio, ¡Lo más importante es que se ha convertido en tu esposo! Has tenido mala suerte durante tantos años. ¿Eres un perra afortunado ahora? "

Karen Daly no estaba de humor para bromear con ella. Ella preguntó: "¿Estás diciendo que realmente no me presentaste a Kevin Kyle?"

Faye Reed dijo: "En realidad, tal vez fue una presentación indirecta. Era un cliente mío en el estudio. Me dijo que conocía a algunos hombres buenos. Pensé en ti cuando me enteré de esto, así que ..."

Karen agarró el cojín del sofá y se lo tiró a Faye Reed. "¿Qué preocupado estás de que no pueda casarme?"

"No me preocupa que no puedas casarte, pero me preocupa que no quieras tener el matrimonio". Faye Reed la abrazó de repente, sintiéndose feliz pero un poco triste. "Karen, tienes que vivir una vida más feliz que cualquiera, y darles una bofetada a los que dudan de ti".

Karen Daly le dio unas palmaditas en la espalda a Faye y le dijo gentilmente: "Faye, el pasado es el pasado. Ya no me atraparé más. Viviré feliz, no para demostrárselo a los demás, sino solo para mí".

Karen Daly lo pensó así y Faye Reed fue la persona más feliz al oír esas palabras.

Corrió al frigorífico y sacó dos latas de cerveza. "Tía, ¡te deseo un feliz nuevo matrimonio! Que tengas una vida llena de felicidad. Si ese Kevin Kyle se atreve a intimidarte, mientras yo esté aquí, no tengas miedo".

Hablando de Kevin Kyle, Karen Daly se sintió muy satisfecha. Había una pequeña sonrisa en sus ojos brillantes. "Aunque no nos amamos, creo en su personalidad. Creo que nos llevaremos bien".

Esa noche, Karen Daly y Faye Reed conversaron durante mucho tiempo. No terminaron hasta que llegó el amanecer.

Pero después de la conversación que duró toda la noche, Faye finalmente no se preocupó nada por Karen.

Fue realmente genial que Karen hubiera abierto su corazón a otra persona.

......

A pesar de perder una noche de sueño, Karen Daly todavía tenía que levantarse temprano para ir a trabajar.

Para ella, el trabajo era más importante que cualquier otra cosa. No importa lo cansada que estuviera, no se permitiría dejar su trabajo atrás.

Al mediodía, Kevin Kyle y Karen almorzaran juntos. Cuando vio que ella parecía mucho más cansada que antes, dijo pensativamente después del almuerzo: "Karen, hay una sala de descanso. Ve a descansar una hora".

Karen Daly abrió la boca y quiso decirle que no se molesara, pero cuando vio sus ojos cariñosos, se tragó las palabras.

Aunque no había amor, Kevin Kyle estaba calificado para ser su esposo. Realmente se preocupaba por ella.

Además, sin energía, la eficiencia de su trabajo disminuiría naturalmente. Karen Daly entendió ese simple principio.